El derecho de manifestación es un territorio común de cualquier método democrático. Se admite que los ciudadanos, aparte de introducir nuestro voto en la urna con la periodicidad instituida, podemos opinar y podemos manifestarnos. También la Derecha, porque la calle no es feudo propio de la izquierda. Incluso las víctimas del terrorismo poseen ese derecho, aunque se añada a la manifestación el principal partido de la oposición. Eso es el sistema: Gobierno y oposición. Todos disfrutamos del derecho a exasperarnos por lo que nos parezca oportuno. ¿Parece obvio? Pues no lo es tanto, a juzgar por lo que se lee y se oye.
Viene lo anterior al caso porque yo me identifico, en términos generales, con los que se manifestaron contra la negociación con ETA. No estuve allí y desconozco los pormenores, pero me hermano con el planteamiento general porque a los asesinos de Miguel Ángel Blanco y de tantos otros sólo les puedo desear la capitulación. Y ello estaba cerca hasta que se desgarró el pacto entre los dos grandes partidos. Y no fue el de la oposición el que provocó dicha ruptura, sino el que está en el gobierno, en virtud de sus alianzas sorprendentes. Así que lo confieso: Yo también habría ido a la manifestación. Lo siento por los sectarios de índole izquierdista, pero la razón está, en el presente, a este lado de la realidad.
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