Fue el siglo XVII un período de desajustes climáticos, palpables
por un enfriamiento global que suele imputarse, principalmente, al descenso de
la actividad solar unido a la proliferación de erupciones volcánicas. Influyó
ello de manera muy negativa sobre la vida de las personas, en una sociedad muy
dependiente de la agricultura, actividad
que se vio perturbada en un contexto de pobreza, hambrunas y guerras. Se trata del "siglo maldito", que así lo designó el historiador, e
hispanista, Geoffrey Parker, en su
estudio exhaustivo sobre esa centuria.
Los coetáneos hallaron en la impiedad y el pecado a los culpables de las
mudanzas climáticas; como consecuencia, en Europa, pero también en zonas de
Asia, y tanto en el orbe católico como en el protestante, se abrió la espita de
las prohibiciones y de la imposición de la ortodoxia como vías para obtener el
perdido favor divino. Hoy nos puede
parecer risible, porque esgrimimos otras
explicaciones, como las ya aludidas de la actividad solar y de las erupciones,
pero así lo vieron en la época. Digo
todo esto porque, en nuestros días, recurrir al pecado (eso sí, revestido con
otros ropajes, pero asomando siempre la patita del reparto de sentimientos de culpa)
va imponiéndose de nuevo en la retórica de los predicadores
medioambientales. ¿Cómo lo verán en un
futuro no tan lejano?
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26 junio 2019
19 junio 2019
ECOLATRÍA.
Vivimos tiempos de Ecolatría; Fernando Savater explicó muy
bien la relación entre la misma y la Ecología.
La primera es simple creencia, aunque se presenta como cuerpo racional de
conocimiento; consiste en negar cualquier valor al progreso humano, entendiendo
al homo faber como un tumor maligno para el planeta (El planeta tiene cáncer y
ese cáncer es el hombre: Gregg,
A.1955 Science, vol. 121, p 681.). Devoción y milenarismo redivivos se unen
en el sentimiento ecolátrico, que no es otra cosa que pura percepción de una
realidad inventada a través de las emociones.
Pero la Ecolatría parece extenderse, sin prisa pero sin pausa, a costa
de la Ecología científica, para la que corren malos tiempos, pues también al
Poder le interesan dosis crecientes de milenarismo, culpabilidad y pecado
medioambiental. La Religión siempre
vuelve.
12 junio 2019
AGOREROS.
Según el diccionario, en una de sus acepciones, es agorero
quien predice desdichas con poco fundamento.
La predicción de las mismas ha estado siempre presente en alguna medida,
siendo el milenarismo medieval uno de sus avatares. Nuestros antecesores del año mil aguardaban
la parusía y, en torno a esa expectativa,
se entretejieron desmedidas historias de pecado y castigo; también Savonarola , ya en el siglo XV,
realizó profecías pesimistas y tremendas. Parece que advertir del negro futuro, del fin
de los tiempos o de la condenación forma
parte de una idiosincrasia que nos define.
Ha nacido, en nuestros tiempos, hasta hace no mucho racionales, el deleite con un nuevo milenarismo, que se manifiesta
en el cine, en cierta literatura, en la música y, sobre todo, con cierta
respetabilidad casi científica , en el orbe de la nueva religión
ecológica. Al final, el paradigma viene
nutrido por lo de siempre, es decir, pecado (ahora contra la Madre Tierra),
castigo y condenación. Y puede que, así,
la superstición y lo irracional estén de nuevo emergiendo.
06 junio 2019
CONTRA ROUSSEAU.
Se atribuye a Bernardo de Claraval la sentencia afirmante de
que "el
camino al infierno está lleno de buenas intenciones". Aunque quien
suscribe no cree ni en el cielo ni en el infierno, la frase atesora posibilidades metafóricas. Tal vez, soslayando los medios, proyecta excesivo énfasis sobre los resultados, en una suerte de
conductismo teológico, pero, aun así, nos
puede ilustrar sobre las envolturas de nuestro presente, por aquello del "buenismo" en boga. No volveré aquí sobre Cipolla, glosado ya en
este lugar, y en más de una ocasión, su modelo sobre la estupidez humana. Pero la conclusión, en este hoy marcado por
el avance de cualquier noción liberticida acuñada en el contexto de las nuevas religiones laicas, no es otra que la reprobación de lo
rousseauniano, entendiendo que el orbe está lleno de hijos de su madre
dispuestos a las más viles acciones; en otros tiempos, practicaban la comunión
diaria y se daban golpes de pecho con
una de las manos, mientras dejaban libre la otra para sus fechorías. Hoy, mutatis
mutandis, se alinean, como sepulcros blanqueados, en el bando de los falsos
solidarios defensores de lo políticamente correcto. Es el factor
"maldad", como constante, en la fórmula de la vida y de la sociedad,
que no puede ser obviada.
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