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26 junio 2011

DOS RELECTURAS.

Me zambullo en  el estío con dos relecturas.  Albert Boadella y Michio Kaku, un actor y un físico polígrafo.  El primero, en “Adiós, Catalunya”, traza una especie de autobiografía en la que carga contra el sectarismo catalanista, al tiempo que relata la persecución sufrida por él mismo por enfrentarse a los cantores y gestores de su propia tribu.  Entretenido y con buena sintaxis, puede ser útil para plantearse algunas cosas sobre esa enfermedad denominada nacionalismo. No leer en caso de no disponer de un sentido crítico capaz de expandirse en todas las direcciones.  El segundo, “Hiperespacio”, es otra divulgación más sobre los progresos de la Física desde el siglo XIX, pasando por Einstein, hasta nuestros días.  Trata, esencialmente, sobre la presencia de otras dimensiones, además de las tres que conocemos y de la cuarta o temporal.  Encomiendo asimismo su lectura, en este caso para adquirir un cierto desapego de las diatribas diarias y tomar otras perspectivas para así engrasar el pensamiento.  Ambas lecturas pueden ser, por otra parte, un tratamiento contra el anquilosamiento ideológico.

11 junio 2011

INDIGNADOS.

Entre otras cosas, la Democracia, al menos la democracia real y palpable, no adjetivada,  la que Gustavo Bueno denomina como realmente existente, es, entre otras cosas, representatividad.  Ello supone que la soberanía, expresada a través del sufragio, se enuncia institucionalmente mediante los representantes elegidos en un marco de pluralismo o pluripartidismo.  Cualquier alternativa a este sistema, el peor de los sistemas  exceptuando a todos los demás, como se atribuye a Churchill, ha devenido siempre, hasta el presente, en totalitarismo.  El fascismo, verbigracia,  se exteriorizó como superación de la débil democracia liberal y de la partitocracia;  el propio Primo de Rivera, en la España de los años veinte, justificó su golpe de Estado como acción contra los profesionales de la política.  Para el marxismo-leninismo, y para el maoísmo o el trotskismo, la democracia formal o burguesa debería ser sustituida por la verdadera democracia, la del partido único y la dictadura del proletariado.  A partir de todo ello, es difícil encajar el actual movimiento de los indignados, que toma el nombre de un librito lleno de lugares comunes y que sigue la estructura de los libelos decimonónicos, fuera de una pura deriva antidemocrática.  La concentración en lugares públicos de ciudadanos que únicamente se representan a sí mismos, pues la verdadera representación es la de las urnas (expresada recientemente), no tiene más relevancia que  otra congregación de ciudadanos enfadados por algo concreto:  el aborto, una ley laboral, etc.  Además, el apoliticismo o transversalismo que parecen denotar nos recuerda más al corporativismo social de los sistemas fascistas y/o autoritarios que a un verdadero intento de regeneración democrática.