Cada
vez más, procedemos como el público de claqué en los viejos programas
generalistas de la TV. Aplaudimos o
pateamos cuando nos muestran el cartel, a través de los medios creadores de
opinión, y, asimismo, lloramos, reímos o nos enfadamos cuando nos lo dicen y en
relación con las cuestiones que nos dicen.
Toda la sociedad parece devenir público de claqué, al tiempo que aquello
que se denominaba opinión pública se va por el sumidero de la nueva
realidad. No es que sea nada nuevo, pues
ha ocurrido, de manera localizada, otras veces (la Rusia del bolchevismo o la
Alemania hitleriana son los dos ejemplos más conocidos, pero hay otros muchos),
pero ahora parece que el proceso se muestra más universal y perdurable. ¿A
dónde nos conduce? Sin duda, a donde
conducen siempre estas cosas.
Totalitarismo es lo que viene, tal vez recubierto con otros ropajes para
confundirnos, pero totalitarismo al fin y al cabo.