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02 diciembre 2012

EXPLICACIONES SIMPLES.


Simplificar la realidad es, muchas veces, indispensable para comprenderla o explicarla.  Las apeladas Ciencias Sociales así lo hacen, porque es la única manera para desarrollar modelos nomotéticos.  Sin embargo, cuando la simplificación es excesiva por básica, se da lugar a ese dogmatismo de andar por casa que es la salsa de las ideologías.  Y en tiempos difíciles, e inciertos, como este presente que nos ha tocado, ello se convierte en el pan de cada día.  Escuchamos opiniones, soflamas, propuestas de solución…casi siempre desde un argumentario pobre y elemental, y partiendo de una visión de la realidad esquemática y llena de lugares comunes.  Si además se engalana todo ello con el polvo de la emotividad y del subjetivismo, el cóctel resultante es descorazonador.  Pero la realidad que habitamos, al margen de que podamos abreviarla por motivos prácticos y científicos, es un todo complejo y lleno de matices.  Aunque a casi nadie parece importarle.  Preferimos mirar con los ojos del sentimiento y el prejuicio pretendiendo que ningún hecho o dato malogre nuestra teoría..  Se trata de un deductivismo pueril y huérfano de evidencias, basado en el voluntarismo y en un deber ser de baja intensidad.  Indagar en profundidad y con rigor parece una pràctica descartada, quizás porque cada vez atesoramos menos instrumentos conceptuales al tiempo que el lenguaje se empobrece.  Y el lenguaje simple sólo puede conceptuar realidades simples.  Ya lo dijo Confucio (o al menos se le atribuye): “aprender sin pensar es inútil; pensar sin aprender, peligroso”.

10 noviembre 2012

ARGUMENTOS


Los argumentos ad hoc se están imponiendo.  Siempre fueron notables pero, recientemente, prevalecen.  Vea o escuche usted cualquier tertulia, debate o perorata, lea en los distintos formatos impresos, y se los encontrará sin cesar.  Todos tenemos una opinión y nos gusta manifestarla como si fuera la consecuencia del puro razonamiento frío y distante.  Pero no.  Las emociones, los sentimientos, nos juegan, en esto, como en casi todo, malas pasadas.  En realidad, somos invadidos por filias y fobias, nos posicionamos, tomamos partido de manera más emotiva que racional y, después, indagamos los argumentos.  En uno de sus escritos, Proudhon, uno de los padres del pensamiento anarquista, exponía sus razones y argumentos en contra de la propiedad (burguesa) y concluía lo siguiente: “la propiedad ha muerto, yo la he matado”.  Semejante, y explícita, puerilidad, parece hoy superada.  Sin embargo, en el fondo, continuamos igual, con nuestros argumentos ad hoc, con nuestras filias y  nuestras fobias, con nuestras opiniones, más o menos fundadas, acerca de casi todo.  Y siguen preponderando las emociones.  El viejo cerebro reptiloide, nunca desaparecido, nos determina.  Sólo que, en este presente que nos ha tocado, nos falta sintaxis y madurez narrativa para disimularlo.

17 junio 2012

REVUELTAS


Tornan tiempos de silencio, de turbación sin compromiso, de medias verdades.  Hay, en cada lapso histórico, una suerte de sentido común dominante que, por certeza, ósmosis mediática o temor, se va imponiendo para imprimir  los juicios y las intenciones.  Ayer lo fueron las verdades del marxismo o del catolicismo.  Hoy, no se sabe bien.  Una especie de amalgama de lugares comunes que hacen confluir algunas de las mitologías de lo progre con ciertos universales de lo religioso o de lo simplemente conservador.  El resultado es un retorno de lo que creíamos superado:   algunas gotas de revuelta de los años setenta y primeros ochenta, mezcladas con indignaciones de nuevo cuño y con el miedo al pensamiento como paso previo del sentido crítico.  Y, así, entre el cañoneo de la prima de riesgo y  las dolencias del euro, todo parece claro y dictado.  En ese contexto irrefutable de pensamiento único, las revueltas y las barricadas se presentan más como un aderezo consentido que como una alternativa de futuro.  Y, poco a poco, el ciudadano real, individual y único, se desdibuja y desalienta, se sume en el silencio, calla aunque tal vez no otorgue y regresa al silencio de quien ya sólo escucha la música de las esferas del Poder sin posibilidad de defensa.

03 junio 2012

ZOZOBRAS


"Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender, peligroso."  Confucio dixit.  Me parece hermoso este aforismo, muy adaptable a estos tiempos de zozobra y tribulación, en los que juzgamos todos, día sí, día también, bajo la espada de Damocles de la crisis y del miedo al futuro.  Lo hacemos, a menudo, influidos por nuestras emociones, por filias y fobias que, tal vez, incluso cada uno de nosotros desconoce.  El resultado es una suerte de pensamiento simple, de ideografía más que ideología, de tormentas de ideas sentenciosas e inconexas.  Es posible que, habiendo aprendido muchas cosas, no sepamos pensar sobre ellas o que pensemos y sentenciemos sobre lo que desconocemos.  El resultado es justo el que persiguen y desean quienes siembran nuestra zozobra.  Ellos tienen clara la hoja de ruta porque escriben recto, como el Dios del monoteísmo, con renglones torcidos, mientras que nosotros, el resto, nos perdemos en esa suerte de elucubración oscura y deleznable.  De ahí, que el apotegma de Confucio pueda ser un punto de partida.

05 mayo 2012

SOBRE LA VERDAD

Señalan que la verdad no tiene fronteras.  Pero las tiene.  No sé si existe la verdad absoluta e incuestionable, salvo en el universo de las matemáticas o en algunos axiomas de las distintas ciencias.  El resto son verdades de andar por casa, exiguas corroboraciones o evidencias concretas cuya interpretación depende mucho de la subjetividad del observador.  Basta con repasar distintos periódicos, o escuchar y ver variados medios audiovisules, o tal vez navegar por Internet y poner la oreja en la calle y en los bares, en las tertulias del trabajo o del ocio.  El mismo hecho es estimado de manera muy distinta según los valores, emociones o ideografía del opinador.  Y eso sí que es una verdad irrebatible.  Digo ideografía, porque nuestras ideas se conforman, seguramente, en relación con los sentimientos.  No actúa, unas veces, el neocortex mientras descansa el viejo cerebro reptiloide ( ah¡, la vieja teoría de los estratos…), ni descansa éste mientras aquel impone sus razones.  Implicamos todo y nuestro cerebro va en lote.  O sea, que ni los recuerdos son de fiar, sobre todo cuando transcurre el tiempo.  Por eso es difícil tratar sobre la verdad o sobre las distintas verdades.  Entre los fenómenos y nosotros mismos está la percepción, condicionada por nuestras pasiones

24 abril 2012

RECONCILIACIÓN.


Hoy me entrevistó una doctoranda escocesa.  Lo hizo porque soy profesor de Historia en secundaria y ella está realizando una tesis doctoral, desde el punto de vista de la Sociología, sobre las secuelas de ciertos conflictos civiles.  Después de varias interpelaciones, algunas de ellas referidas al impacto de la Ley de Memoria Histórica sobre el currículo, me preguntó, tras tratar sobre la guerra civil y la transición, acerca de la reconciliación nacional.  ¿ Se ha producido la misma en España?  Pero no supe qué responder, porque desconozco que es eso de la reconciliación.  Por una parte, entiendo que la reconciliación es un fenómeno interpersonal de fuerte impronta psicológica; o sea, que se produce entre personas concretas.  No existe tal cosa entre instituciones o bandos.  Por otra parte, la coexistencia intemporal de una Derecha y de una Izquierda esenciales, enfrentadas en todo tiempo y lugar, es una idea metafísica, puramente ideológica y poco científica.  No tiene sentido preguntar en 2012 por una reconciliación referida a conflictos sesenta o setenta años anteriores al presente.  ¿Reconciliación entre quienes?  ¿Entre personas?  Casi todas están muertas. ¿Entre la Derecha y la Izquierda eternas y metafísicas?  ¿Entre unos bandos que ya no existen como tales?  No acerté, pues, a responder con rigor, y ella no pudo aclararme qué me estaba preguntado.  No sabía yo si quería una respuesta psicológica, etológica o simplemente ideológica y marcada por falaces anacronismos.

02 abril 2012

REFUTACIÓN METAFÓRICA.

La vieja identificación socrática entre Saber y Virtud sigue estando presente.  Consiste en suponer que el Mal, si es que existe algo parecido, no es sino el fruto de la ignorancia.  Por su parte, el Bien florecería  desde el conocimiento.  En el lenguaje técnico-pedagógico emanado de las sucesivas reformas educativas se ha ido atesorando el poso de esa identificación: aquello de las actitudes, adquiridas en relación con conceptos o procedimientos, ha devenido hoy en lo que se denomina educación en valores ( sin especificar cuáles de ellos, pero es esa otra cuestión).  El caso es que flota en el ambiente una suerte de tendencia a inferir que del conocimiento (supuesto que acordemos en qué consiste) brota la virtud o que esta logra ser enseñada o transmitida.  En eso se afanan, al menos, los distintos profesionales de la enseñanza, desde los que atienden a discentes de jardín de infancia hasta los que tratan con adolescentes o posadolescentes.  Sin embargo, parece claro que la presunción socrática a que hacemos referencia es una conjetura falsable en el sentido que Popper le dio al vocablo.  Saber, conocer, pensar,  no es equivalente a la  bondad ni ser ignorante es sinónimo de maldad, salvo que confundamos la primera con la hipocresía de los sepulcros blanqueados o la segunda, con la falta de urbanidad o la rudeza.   Por otra parte, tendríamos que ponernos de acuerdo sobre qué es y no es saber y conocimiento; asimismo, las virtudes y valores varían según culturas, épocas y personas.  Ni la sabiduría es una garantía ni la ignorancia puede servir de escusa.  Quien quiera entender que entienda.

14 febrero 2012

REFORMAS

Cuando platicamos de reformas, casi todo es eufemismo.  Verbigracia, la rigidez del mercado laboral, que se refiere, en realidad, al grado de seguridad que la legislación otorga a los asalariados.  Pero no.  Se habla, en cambio, de flexibilizar, no de hurtar derechos sociales, que queda peor, y se considera esa acción como una suerte de panacea que defienden todos los iluminados del presente, ahora liberales,  como otrora ellos mismos, u otros similares, se inclinaron por el keynesianismo o por el marxismo-leninismo.  Pero esa sensación de revelación es siempre la misma.  Y en relación con ello, durante el último franquismo, con unas condiciones bastante rígidas, se rozó el pleno empleo.  Y quienes ahora impulsan la reforma se jactan con frecuencia de su anterior etapa de gobierno, cuando creábamos, al parecer, un buena parte de los empleos europeos sin flexibilidad aparente.  No debe ser, por tanto, el desempleo actual un problema de rigideces sino de inactividad productiva.  Pero se facilita el despido para reducir el paro, en extraña paradoja.  Se trata de una especie de mensaje más o menos cifrado: si sois buenos, si estáis dispuestos a trabajar lo que haga falta, donde y cuando el empleador disponga, tendréis trabajo.  No es demagogia, es realidad.  Tras la Segunda Guerra Mundial, el neocapitalismo entonces imperante en Europa al albur del Plan Marshall y del paradigma keynesiano suministró lugar a lo que hemos dado en llamar “Estado del Bienestar”.  Por aquel entonces, el temor al bloque soviético hacía que importasen poco el déficit y la deuda.  Con Keynes como guía, no había primas de riesgo.  Paralelamente, fue brotando el embrión de la implosión financiera.  El abandono de la convertibilidad del dólar en oro, allá por 1971, supuso el inicio de un curioso proceso en relación con el dinero y con los bancos, culminado con el nacimiento de la economía virtual en un entorno de globalización.  Fue cuando los bancos, además de crear dinero mediante el conocido mecanismo de multiplicación de los depósitos bancarios, dieron en imaginar como activo aquello que consideraban oportuno.  El resultado, una auténtica implosión, una ignición del sistema financiero internacional, contagiosa  y letal, que dio lugar a la crisis actual y que sorprendió a algunos países, como España, colgados de la brocha de la burbuja inmobiliaria.  Y, por si no era suficiente, se había instituido previamente, en Europa, una moneda única divulgada como fuente de la eterna felicidad con todos los parabienes de los expertos..  Y, de pronto, el déficit sí importa, la deuda se torna activo y los derechos laborales dejan de tener sentido, porque ya no estamos en el mundo de la posguerra bipolar.  Y tomados, gracias al euro, por nuestras partes, no queda otro remedio que actuar al mando y ordeno, que vender con eufemismos (reducción de rigideces) la apertura de la caja de pandora de la desprotección.

REFORMAS

Cuando platicamos de reformas, casi todo es eufemismo.  Verbigracia, la rigidez del mercado laboral, que se refiere, en realidad, al grado de seguridad que la legislación otorga a los asalariados.  Pero no.  Se habla, en cambio, de flexibilizar, no de hurtar derechos sociales, que queda peor, y se considera esa acción como una suerte de panacea que defienden todos los iluminados del presente, ahora liberales,  como otrora ellos mismos, u otros similares, se inclinaron por el keynesianismo o por el marxismo-leninismo.  Pero esa sensación de revelación es siempre la misma.  Y en relación con ello, durante el último franquismo, con unas condiciones bastante rígidas, se rozó el pleno empleo.  Y quienes ahora impulsan la reforma se jactan con frecuencia de su anterior etapa de gobierno, cuando creábamos, al parecer, un buena parte de los empleos europeos sin flexibilidad aparente.  No debe ser, por tanto, el desempleo actual un problema de rigideces sino de inactividad productiva.  Pero se facilita el despido para reducir el paro, en extraña paradoja.  Se trata de una especie de mensaje más o menos cifrado: si sois buenos, si estáis dispuestos a trabajar lo que haga falta, donde y cuando el empleador disponga, tendréis trabajo.  No es demagogia, es realidad.  Tras la Segunda Guerra Mundial, el neocapitalismo entonces imperante en Europa al albur del Plan Marshall y del paradigma keynesiano suministró lugar a lo que hemos dado en llamar “Estado del Bienestar”.  Por aquel entonces, el temor al bloque soviético hacía que importasen poco el déficit y la deuda.  Con Keynes como guía, no había primas de riesgo.  Paralelamente, fue brotando el embrión de la implosión financiera.  El abandono de la convertibilidad del dólar en oro, allá por 1971, supuso el inicio de un curioso proceso en relación con el dinero y con los bancos, culminado con el nacimiento de la economía virtual en un entorno de globalización.  Fue cuando los bancos, además de crear dinero mediante el conocido mecanismo de multiplicación de los depósitos bancarios, dieron en imaginar como activo aquello que consideraban oportuno.  El resultado, una auténtica implosión, una ignición del sistema financiero internacional, contagiosa  y letal, que dio lugar a la crisis actual y que sorprendió a algunos países, como España, colgados de la brocha de la burbuja inmobiliaria.  Y, por si no era suficiente, se había instituido previamente, en Europa, una moneda única divulgada como fuente de la eterna felicidad con todos los parabienes de los expertos..  Y, de pronto, el déficit sí importa, el deuda se torna en activo y los derechos laborales dejan de tener sentido, porque ya no estamos en el mundo de la posguerra bipolar.  Y tomados, gracias al euro, por nuestras partes, no queda otro remedio que actuar al mando y ordeno, que vender con eufemismos (reducción de rigideces) la apertura de la caja de pandora de la desprotección.

25 enero 2012

MIEDO

El miedo.  Uno de los dispositivos humanos más probado.  Forma parte del instinto de conservación (tal vez suscitado por la necesidad de alerta frente a los depredadores) y, cuando brota, concentra toda nuestra atención sobre ese foco.  Es, por ello, un vigoroso agente de influencia sobre la conducta de los individuos y de las masas.  El Poder, desde luego, lo ha esgrimido desde siempre: miedo a la muerte, a la tortura, al destierro, al infierno, en una palabra, miedo.  Pongamos como ejemplo el “milenarismo” medieval, redimido, en nuestros tiempos, por las distintos credos catastrofistas y agoreros que nos anuncian un futuro desolador si no hacemos caso de sus proclamas políticas, sociales o ambientales, siendo paradigma de ello el milenarismo ecológico o climático. En relación con todo ello,  y en los últimos tiempos, el Poder, con mayúscula, se está sirviendo de ese resorte con maestría.  Ya no se trata del miedo a la persecución, al potro o la mazmorra, ni siquiera de un vago temor a la condenación eterna, sino de pavor al futuro más inmediato, concreto y matérico.  Ese miedo nos estanca y nos hace aceptar cualquier mudanza o reforma como mal menor respecto al “Gran Mal” económico y financiero que se advierte.  Precedido el intento por algunos tanteos previos (gripes varias, catástrofe ambiental), se concreta ahora en la hecatombe de nuestra forma de vida y de nuestro nivel de vida.  Ante tal perspectiva, y poco a poco, en una suerte de “síndrome de Estocolmo”, vamos anhelando una salvación de ese destino aunque sea a base de renuncias, de asentir a cualquier clase de reforma o de recorte.  El método es viejo, y redivivo en el presente.  Que cada cual juzgue.

17 enero 2012

REALIDAD Y REDES SOCIALES.

Tengo cada vez más claro que habitamos (Jean Baudrillard dixit) la “cultura del simulacro”.  Así es.  La realidad, la de cada día (en el supuesto de que exista como sucesión de acaecimientos tangibles y objetivos), parece no contar demasiado en los medios de comunicación; en estos, y en las redes sociales, se revela como más genuina la reconstrucción y reinterpretación de los hechos que los hechos mismos.  Tal vez sea porque no nos gusta el orbe tal y como es, y porque el Poder, en si mismo, se caracteriza por su constructivismo.  De este modo, las realidades de diseño se transmiten, por imposición u ósmosis, a los mass media y, desde ellos, a las redes sociales, en las que se digiere todo ello sin dificultades apreciables.  Hasta los más críticos de los medios y de las redes reconstruyen y reinterpretan por medio del prisma de la subjetividad y de la ideología. Nace así lo que podríamos denominar realidad revelada; se trata de un rediseño de los hechos, en el que lo blanco se torna negro, lo nocivo en saludable e, incluso, el verdugo deviene víctima.  Si añadimos a este fenómeno el pensamiento Tweed , esa expresión del Ser en ciento cuarenta caracteres,  tenemos el círculo completo.  Pensemos que, a finales de la Antigüedad, y desde los primeros tiempos medievales, allá por el Bajo Imperio y, más tarde, durante la Alta Edad Media, el lenguaje se había empobrecido hasta tal punto que ya nadie podía expresar, ni comprender en su totalidad, la variedad de matices y sutilizas que ofrecía el latín clásico.  El renacimiento cultural carolingio no fue sino un intento de recuperar esa riqueza lingüística.  Pero el lenguaje es, en realidad, un reflejo del pensamiento; era éste el que se había empobrecido.  En relación con ello, las redes sociales de nuestros días (mucha tecnología para tan poco, mucho traje para tan parco cuerpo) parecen arrastrarnos a una sintaxis de aforismo  y simplicidad, expresión, quizás, de un pensamiento débil y elemental, cuyas consecuencias en el futuro pueden ser nefastas si aceptamos que la realidad es simulacro.

10 enero 2012

IMPLOSIÓN

Tiempos de economía.  Es de lo que se habla, lo que se teme, lo que provoca desazón en estos días de ladina mudanza.  Como si lo económico existiese al margen de lo demás (de lo político, de lo social, de lo cultural, de lo vivencial) y sus hechos pudieran ser encerrados en una suerte de laboratorio conceptual poblado de técnicos y expertos especialistas.  Pero no es así.  La realidad económica está embebida de la realidad global y se desenvuelve en ella.  Las decisiones son políticas y sus contextos de aplicación, concretos y contenidos en una estructura social y cultural.  También el Poder, y las influencias.  Tal vez por ello, zozobran cada día quienes, so pretexto de competencia en la materia, emiten opiniones terciadas o inconclusas acerca del déficit, de la deuda o del crecimiento.  La implosión financiera, o bing bang inverso, que está en la base de la crisis actua,l se produjo a pesar de los técnicos, quizá porque no sólo el amor es ciego, sino también la avaricia a la que nada pone freno cuando va unida al subjetivismo de la falta de patrón monetario.  Y se intentó recomponer los restos a base de más de lo mismo: dinero virtual, inexistente, sin cimientos, sin patrón y sin activos.  A partir de ahí, se advierte el desconcierto de los opinantes cuando nos dan clases aceleradas y vanas sobre conceptos primordiales de economía.  Pero esos conceptos ya no sirven.  El bing bang inverso del universo financiero ha hecho nacer un nuevo cosmos en el que, muy probablemente, esas nociones de manual para idiotas se tornan inservibles.