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04 noviembre 2007

REALISMO ANTROPOLÓGICO.

Soy realista desde el punto de vista antropológico. No creo en la bondad ni en la maldad intrínsecas de los seres humanos, pero sí en que somos esclavos de nuestro egoísmo y de nuestras pasiones. El altruismo se da sobre todo en él ámbito de los pequeños grupos familiares, aunque no siempre, y como producto de mecanismos zoológicos de supervivencia. Por lo demás, y fuera de ahí, ni la intrahistoria ni el día a día del presente orientan mucho hacia el optimismo. Somos lo que somos. Eso sí, están la Moral y la Ética, que son reflexiones de filósofos y de teólogos. Y los decálogos. A partir de todo ello se construyen discursos fundamentados en la bondad: el buen cristiano, el revolucionario ortodoxo o el solidario actual son algunos ejemplos de modelos de comportamiento propios de determinados momentos o espacios. En el fondo de todos ellos, de esos y de los muchos que aquí no se nombran, está la consideración del otro no como alguien en sí, sino como un elemento necesario para que nos sintamos buenos y henchidos de moralidad o de ética. Así son las cosas; nunca importaron los pobres ni los marginados salvo como justificación de un discurso que, sin ellos, no tendría sentido. Somos todos buenos y estupendos en estos tiempos de solidaridad y progresía. Mas nada de ello alivia el sufrimiento, material o psicológico, igual que un ladrillo caliente no alivia el frío del invierno.