Vistas de página en total

28 octubre 2017

SOBRE EL SENTIDO CRÍTICO Y LO QUE ESTÁ OCURRIENDO.

En relación con Cataluña, sólo me queda repetir lo que escribí, en este mismo lugar, el 27 de marzo de 2006, hace once años y medio.  Era lo siguiente:

"No siempre en la realidad vencen los buenos como ocurre, casi siempre, en el cinematógrafo. Señalaría, incluso, que, en el orbe sublunar de cada día, suelen triunfar los viles. Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos; lo sabían ya en la Edad Media. A veces no es que sean más, sino que cuentan con la inacción, la ofuscación y/o el autoengaño de quienes deberían de estar a este lado de la línea. Lo maquiavélico, entendido como la disociación entre ética y política (verbigracia) es un modus vivendi y operandi bastante frecuente. Añadamos que todo puede ser argumentado con la retórica y oratoria precisas, junto con la clonación hasta el empalago de un determinado mensaje para así mutar en aseveración indudable y juiciosa cualquier falacia.
Frente a todo ello, gozamos del pensamiento, del sentido crítico que nos hace seres racionales, aspirantes a una cierta dosis de libertad intelectual. En mis tiempos universitarios, ese sentido crítico se consideraba como condición sine qua non de la inteligencia. Irrefutable. Pero algunos ( o muchos), embrollando el cielo con el dedo que apunta, hicieron de las conclusiones del método en un momento dado, una especie de verdad atemporal, sin comprender que, siendo siempre el mismo el sentido crítico, sus objetivos y elucubraciones van variando. Estos que digo se han quedado anquilosados (pero con poder) y ya no manejan aquella dialéctica (¿delicuescente?), aunque parecen ignorarlo,  tachando de retrógrados a los que han resuelto utilizar el ya citado sentido con los parámetros actuales. Mas, ¿quiénes son los reaccionarios del presente? Apliquen su sentido crítico y ganarán la respuesta.".

20 octubre 2017

TOTALITARISMO. UNA CLAVE.

Hannah Arendt indagó, en profundidad, el fenómeno del totalitarismo.  Lo hizo con las cenizas de la segunda gran posguerra aún calientes.  Definió el concepto, lo acotó y buscó sus diferencias con otros fenómenos similares,  aunque distintos.  Escribió con muchos matices, con fina sutiliza argumental.  En "Los orígenes del totalitarismo", cita, en un momento dado, a Himmler, el jerarca nazi, atribuyéndole algunas aseveraciones sobre los seguidores del NSDAP; entre ellas, cabe destacar la referida a la falta de interés de esos acólitos hacia los problemas cotidianos y sus soluciones, ya que, según Himmler, sus inquietudes serían  ideológicas, de siglos además y no momentáneas.  Tal vez resida en ello uno de los rasgos de la ensoñación totalitaria, no muy distinta, sea cual sea su orientación aparente, del fanatismo religioso,  en una especie de trascendencia que iría más allá de la cotidianidad y de sus cuitas diarias.  Los totalitarismos se agitan así, empezando por esas masas enfervorizadas que, henchidas de pasión, aborrecen lo presente en pos de un futuro de nirvana.  Por eso nunca se les va a persuadir con argumentos prácticos, de índole económica,  o apelando a el asunto de los intereses.  Si no se entiende así, nada se ha entendido.

14 octubre 2017

DE NUEVO FE Y SUPERSTICIÓN?

No sé si regresa la fe, como forma de conocimiento, o si siempre estuvo ahí, agazapada y formando parte de la dosis de apriorismo de las ideologías contemporáneas.  Pero tengo la impresión de  que, abandonando el ámbito propio de las religiones canónicas o no canónicas, la fe y su correligionaria, llamada superstición, se muestran de nuevo, flamantes y sin remilgos, a través de eso que hemos dado en llamar posverdad.  Da la impresión de que a casi nadie le interesan los datos o los argumentos, salvo para retorcerlos en favor de su idea previa acerca del mundo y de las cosas.  La ideología, además, deviene, idiografía (las redes, las imágenes archirrepetidas, la brevedad de lo emocional frente a lo tedioso de los argumentarios) y la ignorancia, inconsciente de su propia condición,  se torna sensación de sabiduría.  Ya ha ocurrido antes, en otros tiempos y lugares:  el fin del Imperio romano, con la irrupción del cristianismo,  las herejías y su persecución, las guerras de religión o los años treinta del siglo XX, con su rosario de movimientos emocionales e irracionales para disfrute de las masas.  Y, después, cuando el daño ya está hecho, y se despierta de la borrachera del odio, nadie ha sido responsable.  Ya no tengo claro que, como afirmó Marx, la Historia suceda una vez como tragedia y se repita como farsa, porque hay farsas siniestras que esconden sufrimientos colectivos bajo la careta de lo aparentemente irrelevante.  Tiempo al tiempo.

06 octubre 2017

PONERSE DE PERFIL.

Cada ámbito tiene sus lugares comunes.  Los "topoi" no sólo pertenecen al universo de lo literario, sino que están presentes siempre en todos los mundos posibles.  En estos tiempos de abundancia, pero también de mudanza y tribulación, el orbe de lo "progre" (¡qué vocablo!) se manifiesta a través de lo políticamente correcto y, bajo la apariencia de lo ecuménico, deja traslucir el mismo maniqueísmo y la misma hemiplejía moral que cualquier otro sistema de valores.  Una de sus constantes, en determinadas ocasiones, y cuando vienen mal dadas en unos términos que no encajan en los dogmas canónicos de la progresía, es  ponerse de perfil o, lo que es lo mismo, sumirse en una suerte de equidistancia que acaba siendo identificación con una de las partes.  Se hace por pereza mental, por dogmatismo y, también, cómo no, por miedo, pues esa equidistancia es  expresión, consciente o inconsciente, de un temor no confesado y, tal vez, tampoco asumido.   Ya ocurrió en la Alemania de los años treinta, o en regímenes comunistas, y continúa hoy, de forma larvada, en el contexto del nacionalismo; éste es siempre poco amable con los discrepantes y se entiende la disolución del temor en discursos equidistantes, pero con el lenguaje de los verdugos.