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25 octubre 2021
SUBORDINADAS Y OTRAS.
“El
subjuntivo ha muerto, el condicional agoniza y las frases subordinadas son un
exotismo. Quizá el imperativo -aunque mal usado- siga teniendo futuro. Nunca
faltará quien se sienta impelido a dar órdenes”.
19 octubre 2021
AGITPROP.
El agitprop fomentado desde los gobiernos o, por ser más precisos, desde el Poder, supone una praxis que ha marcado siempre el inicio del totalitarismo. En nuestras santas democracias liberales, basadas en el pluralismo, en la división de poderes y en el sufragio, los gobiernos gobernaban y la oposición hacía lo suyo, criticando y vigilando la acción del ejecutivo. Tal modo de proceder se va difuminando. Cada vez más, son los gobiernos los que se oponen a la oposición, si es que existe la misma más allá de sectores marginales, aunque amplios en número, o de los que lanzan campañas reivindicativas en el campo de los derechos, de lo ambiental o de cualquier otro aspecto de la realidad. El procedimiento, además, se traslada a la escala global, rebasados los gobiernos de los Estado-Nación; los que otrora fueran denominados señores del mundo anegan la realidad con reivindicaciones proyectadas, como el género o el cambio climático. Si desde el Poder se llama a luchar contra algo, uno se hace interrogantes, pues resulta extraño que, quienes de verdad dominan el orbe, contribuyan al despliegue de ese agitprop, que deviene agente de la ingeniería social más descarada. Si uno hubiese estado dormido las últimas dos décadas, y se despertase ahora, la primera pregunta tal vez sería: ¿qué me he perdido? En efecto, porque, incluso habiendo estado en vigilia, no es fácil determinar el momento en el que los dueños del sistema se hicieron antisistema, o en que los que así eran denominados invadieron la sala de máquinas del sistema mismo. Igual no existió ese momento sino un progresivo desvelamiento de que ellos y los otros eran, en el fondo, lo mismo. Afirmó Revel aquello de que la mentira mueve al mundo y sólo ahora empiezo a comprenderlo.
12 octubre 2021
DE PARAÍSO A CHECA.
Lo que venimos nombrando Occidente está, ahora sí, en decadencia. Ya Spengler lo sugirió en su momento, pero se refería, como vaticinio, a la pura necesidad del devenir de cualquier cultura; se trataba, entonces, más de una sospecha que de una realidad. Pero, ahora, el augurio parece haberse tornado realidad irrefutable. Por todas partes, el viejo paraíso, que fue modelo de vida para los bárbaros del limes, se va difuminando en sus principios que, desde dentro, parecen generar rechazo y odio. La innovación, la libertad, el pluralismo y el bienestar, como signos característicos de ese espacio a la vez delimitado y etéreo, se van desvaneciendo en una suerte de merengue en el que, como decía el tango, “vivimos revolcaos”. Queda, tal vez, algo de la primera y del último, pero libertad y pluralismo fenecen, poco a poco, en el mar de lo políticamente correcto, que va más allá del lenguaje y que, en una suerte de programa, que firmaría Gobbels y que Orwell reconocería como ejemplo de su distopía, incita a la mendacidad y propaganda sin rubor ni cortapisas y nos muestra el camino desde el viejo paraíso hacia el universo de la checa.
03 octubre 2021
MATICES
Se van volatizando
los matices en el lenguaje, y tal vez en
el pensamiento en general. La marea de
imposición terminológica que nos anega, reflejo del neototalitarismo en
ciernes, se une a la pérdida de hondura reflexiva que identificaba a una élite
intelectual y emisora de valores y pareceres. Ya pasó durante la denominada “antigüedad
tardía”, con el retroceso del latín clásico como reflejo de un razonamiento
rico y riguroso. También es cierto que,
en los períodos convulsos, se pierden las posturas intermedias, pero esto va
más allá. La irrupción de la plebe o masa
a través de las redes sociales favorece ese proceso de simplificación del pensamiento,
que deviene sectarismo y burricie. En
ausencia de matices, cuando todo es blanco o negro, como les gusta a todos los
liberticidas, pensar o dilucidar sobre la realidad próxima o lejana se hace
imposible sin el temor a ser expulsado del ágora con pena de ostracismo. Y eso
en el mejor de los casos. En ello
estamos.
Se van volatizando los matices en el lenguaje, y tal vez en el pensamiento en general. La marea de imposición terminológica que nos anega, reflejo del neototalitarismo en ciernes, se une a la pérdida de hondura reflexiva que identificaba a una élite intelectual y emisora de valores y pareceres. Ya pasó durante la denominada “antigüedad tardía”, con el retroceso del latín clásico como reflejo de un razonamiento rico y riguroso. También es cierto que, en los períodos convulsos, se pierden las posturas intermedias, pero esto va más allá. La irrupción de la plebe o masa a través de las redes sociales favorece ese proceso de simplificación del pensamiento, que deviene sectarismo y burricie. En ausencia de matices, cuando todo es blanco o negro, como les gusta a todos los liberticidas, pensar o dilucidar sobre la realidad próxima o lejana se hace imposible sin el temor a ser expulsado del ágora con pena de ostracismo. Y eso en el mejor de los casos. En ello estamos.
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