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30 julio 2022
23 julio 2022
UNIVERSALES.
“Ningún universal es
substancia, cualquier manera que sea considerado, sino que cualquier universal
es una intención del alma que, según una opinión probable, no se distingue del
acto de entender”.
Guillermo de Ockham.
Retorno, una vez más, a Ockham, cuyos argumentos parecen ajenos al paso del tiempo. Ya no es sólo su famosa “navaja”, dictamen que nos muestra como los entes no deben ser multiplicados sin necesidad o, lo que es lo mismo, que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es la verdadera, lo cual no sé si aplica siempre en estos tiempos de relato y de emociones, en los que los hechos o datos concretos no parecen importar para construir una explicación del orbe. La frase expuesta al principio se refiere a los universales como elementos de las cosmovisiones metafísicas; la religión y la teología se movieron durante siglos en esa órbita. La ciencia contemporánea, la de la era de lo positivo, siguiendo a Comte, parecía haberlos expulsado, pero sólo salieron por la puerta para entrar de nuevo por la ventana. Fue primero el concepto de raza, como nuevo universal, el que estuvo presente durante unas décadas (la antropología física y la tendencia a medir cráneos), hasta que la “solución final” desprestigio el concepto, que regresó en forma de cultura mediante el trampantojo del multiculturalismo. Paralelamente, había ingresado en el club la clase, como verdadera explicación de la historia y del mundo ( aquello de que “en la producción social de la vida” contraemos relaciones de producción independientes de nuestra voluntad..). Últimamente se va imponiendo la noción de género. Todos estos universales, metafísicos y ajenos a la explicación más sencilla, han tenido y tienen en común aniquilar las libertades del individuo, como iremos viendo en próximas entradas. Desconfiemos siempre de aquellos clubes a lo que debemos pertenecer obligatoriamente y que nos determinan independientemente de nuestra voluntad.
16 julio 2022
OPINIÓN.
Defendía José Pla la idea de que resulta mucho más difícil describir que opinar; según él, esa era la causa de que todo el mundo opinase. Comparto esa noción. Describir, según la RAE, y en una primera acepción, se define como “representar o detallar el aspecto de alguien o algo por medio del lenguaje”. El acto de describir se puede incluso considerar como una etapa primera de la investigación científica, es decir, como el paso previo a la explicación. En realidad, la descripción radica en detallar las características de las cosas para poder diferenciarlas, pues mientras más rasgos alcanzamos a conocer de una cosa, más preciso puede llegar a ser nuestro saber sobre el objeto en cuestión. Por tanto, describir requiere un esfuerzo intelectual de reflexión y conocimiento, previo a la mera opinión o doxa. En el presente, como en los tiempo de Pla, todo el mundo opina. La elucubración previa cotiza a la baja en la era de las redes sociales, en muchos casos muy por debajo de ese mínimo exigible de conectar la lengua al cerebro antes de usarla para emitir lenguaje articulado
09 julio 2022
MIEDO.
Enlazando con la entrada anterior, que trataba sobre el Poder, o los poderes del mundo, por ser más exacto, y, en este caso, sin partir de ninguna frase o sentencia ad hoc, se me ocurre que una de las primordiales estrategias de quienes mueven los hilos es conseguir que nos creamos, sino eternos, sí en posesión de más tiempo del que realmente disponemos. La vida, nuestro periplo vital, es breve, casi un soplo una vez que se contempla desde los últimos tramos del camino. Pero, en nuestros días, los avances demográficos relativos al sustancioso incremento de la esperanza de vida, han conseguido que nuestras expectativas de futuro, una vez que alcanzamos la edad adulta, sean mucho más amplias que las de nuestros antepasados preindustriales. A ellos les ofrecían la vida eterna en el más allá como trampantojo para inducir miedo a condenar su alma; parece que a nosotros nos venden esa vida eterna, aquí mismo, antes del óbito, y lo hacen para que temamos castigar el cuerpo que nos cobija y lo cuidemos sin disipar nunca la aprensión. Y es ese el rasgo común entre la religión de ayer y la nueva religión laica de hoy. Porque hombres y mujeres sin temor, lúcidos, conscientes de lo efímero del tiempo, suponen un peligro para sus amos. El poder se alimenta del pavor.
01 julio 2022
SOBRE EL PODER.
Las cavilaciones sobre el Poder vienen de antiguo y nunca están exentas de provecho. Meditaba Nietzsche que “todas las cosas están sujetas a interpretación, y la interpretación que prevalezca en un momento dado es una función del poder y no de la verdad”. En relación con ello, la historia de la secularización política, o del tránsito desde la autocracia a la democracia parlamentaria, es siempre una variante de lo que podríamos denominar “poder versus libertad”. Por ello, la sentencia de Nietzsche es precisa y sutil, pues muestra como el lenguaje es elemento crucial en esa dialéctica. Entiendo que no debemos nunca permitir que nos impongan el nombre de las cosas. En relación con ello, Leonardo Da Vinci, que parece ajeno a estas cuestiones, dejo dicho que “nada favorece más a la autoridad que el silencio”, y semejante aseveración es muy aplicable a nuestros días. El Poder, ese gran afrodisiaco, por parafrasear a alguien que, como Henry Kissinger, entendía del mismo, sigue así. Su configuración, textura y grado de tiranía depende bastante de que, frente a ello, seamos más o menos pasivos, más o menos tolerantes, más o menos obedientes.
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