Vistas de página en total

18 febrero 2017

ANABAPTISTAS.

En 1534, en pleno transcurso originario de eso que se ha dado en llamar reforma protestante, se estableció en Münster, Alemania, una comuna colectivista de base religiosa.  Los anabaptistas, que defendían, en principio, el derecho a bautizarse en la edad adulta como opción consciente y proponían, pues, un segundo bautismo, declararon a Münster como la Nueva Jerusalén.   Se divulgó un panfleto que recogía los principios y objetivos del movimiento[1]:
"Dios, el cual reciba nuestro homenaje y nuestro reconocimiento eterno, ha restaurado entre nosotros la comunidad tal como era en principio y como conviene a los santos del Señor... Porque no solamente hemos puesto todos nuestros bienes en común bajo la vigilancia de un diácono y los usamos según nuestras necesidades, sino que además alabamos a Dios por mediación de Cristo con un único espíritu y corazón, y estamos impacientes por prestarnos los unos a los otros toda clase de servicios. En consecuencia, todo aquello que ha servido para los fines de la propiedad egoísta y privada, tal como la venta y la compra, el trabajo remunerado, la práctica del interés y de la usura —aunque sea a costa de los infieles—, el hecho de comer y beber del sudor de los pobres (o sea, hacer trabajar al prójimo para provecho nuestro) y, en verdad, todo lo que es pecado contra el amor, todos esos males están abolidos entre nosotros por el poder del amor y la comunidad."
                El segundo bautismo, que se proponía en principio como una opción  de libertad, se acabó imponiendo a la fuerza, bajo la amenaza de pena de muerte.  Se impuso un régimen de terror hasta que,  transcurrido un año, la experiencia revolucionaria fue sofocada y sus responsables,  ejecutados.  El texto entrecomillado más arriba nos muestra que el fanatismo colectivista y liberticida no es una novedad de los tiempos contemporáneos,  y que hay sueños que, de hacerse realidad, se tornan pesadillas.



[1] Mossé, Claude (1984) [1976]. «Los orígenes del socialismo en la Antigüedad». En Jacques Droz (dir.). Historia general del socialismo. De los orígenes a 1875. Barcelona: Destino. p. 117. 

11 febrero 2017

CONOCER EL PASADO.

Escribió Polibio, historiador griego, y romano de adopción, que "la humanidad no posee regla mejor de conducta que el conocimiento del pasado".  En efecto, asimilar el pasado es una precaución para pensar el presente y para madurar el futuro.  El conocimiento de lo pretérito significa indagar explicaciones de lo acaecido en cada época, sin anacronismos y con rigor desapasionado.  Pero mucho me temo que, en este presente que nos ha tocado en suerte, el estudio del pasado se esté convirtiendo más bien en una manipulación vehemente, ideológica y sectaria del mismo para justificar el presente, más que para comprenderlo, y para imponer el futuro.   Interesa poco saber por qué ocurrió lo que ocurrió en cada momento, o buscar analogías que nos ayuden a ponernos de acuerdo sobre la cuestión de dónde está el Mal, para evitarlo; se pone el énfasis sobre la tergiversación simplificadora para mostrar donde se halla el Bien.  Y así como el Mal es identificable y puede estar  sujeto a consenso (pensemos en los campos de exterminio), el Bien es más subjetivo e ideológico.  Ese es el peligro

05 febrero 2017

LOS ENEMIGOS DE LA LIBERTAD.

Puede que la Libertad, así en términos absolutos, no exista.  Ni la "libertad de" ni la "libertad para".  Sí constan, y de eso no cabe duda, sus enemigos, siempre al acecho y prolijos en número, aunque no siempre sea fácil identificarlos porque se ocultan bajo ropajes variados y aparentemente paradójicos. ¿Cómo saber donde están? Basta con indagar entre los que saben lo que conviene a sus prójimos y están dispuestos a proporcionárselo de buen grado o por la fuerza; pueden defender proyectos variados:  la felicidad del karma, salvar al planeta, acabar con la pobreza y/o construir al hombre nuevo y definitivo.  Sólo con rascar un poco bajo la apariencia de sus sermones, los conoceremos.  Están en todas partes y van adoptando distintos avatares en cada época, desde la ortodoxia de los credos religiosos o políticos hasta el malestar con este mundo imperfecto.  No les hagamos caso o feneceremos encerrados en sus sofismas, sino en sus cárceles (tiempo al tiempo),  que siempre acaban llegando si sus rancios sueños devienen  realidad y se mudan en nuestra pesadilla.