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30 septiembre 2017

TOMAS DE POSTURA Y EQUIDISTANCIAS.

El 23 de agosto de 1939,  se firmó en Moscú el denominado pacto Ribbentrop-Molotov, un acuerdo de no agresión entre Alemania y la URSS, que escondía un protocolo secreto por el que ambas potencias se repartían Polonia, las Repúblicas Bálticas y Finlandia; ese protocolo fue descubierto, en 1945,  tras la guerra, pero  la URSS lo negó hasta 1989. La Komintern, controlada por Stalin y con sede en Moscú, dio órdenes a los partidos comunistas de sabotear la guerra contra Alemania. Ello se tradujo en operaciones de propaganda de los comunistas para suscitar el derrotismo y justificar la invasión de Polonia. El 9 de septiembre de 1939,  Georgi Dimitrov, secretario general de la Internacional Comunista, dirigía un telegrama a la cúpula del PCF afirmando: “El proletariado mundial no debe defender a la fascista Polonia.” Faltaban ocho días para que las tropas soviéticas penetrasen la frontera oriental de Polonia, de modo que esa consigna se refería a la invasión alemana. Ante la reacción de los gobiernos de Francia y el Reino Unido declarando la guerra a Alemania,  Dimitrov señalaba: “los comunistas deben declararse en contra de la guerra, dejar al descubierto su carácter imperialista, votar en contra de los créditos militares, informar a las masas de que la guerra traerá miseria y agravará las cadenas de la explotación.” Las acciones de propaganda de los comunistas se centraron en dirigir la mayoría de sus críticas contra los gobiernos del Reino Unido y de Francia, como si fuesen los auténticos culpables de la guerra, pero nunca contra la Alemania hitleriana.  No está mal que lo recordemos.  No siempre las tomas de postura son lo que parecen.  Ni tampoco las equidistancias, tan en boga estos días en España

22 septiembre 2017

NUEVA CENSURA.

Amordazar a los otros es una propensión añeja y recurrente.  El control y el miedo siempre funcionan, sea cual sea la vía utilizada para imponerlos.  En la actualidad, lo políticamente correcto ha devenido procedimiento perfecto en este sentido. Y, en  ese caldo de cultivo, sectores radicales y fanatizados buscan, como ayer, como siempre, silenciar a los discrepantes.  La censura cabalga de nuevo, si es que alguna vez se bajó del caballo.  Lo curioso de las nuevas imposiciones es que van surgiendo de eso que se denominó Izquierda, en la que, perdida la referencia de la Guerra Fría y del comunismo canónico del orbe bipolar, han ingresado renacidos dogmas que se mueven entre lo políticamente correcto y un  nuevo fanatismo:  la ideología de género, llevada al límite, el ambientalismo y demás predicaciones se revisten de moralidad suprema e intentan imponer, en la práctica o, incluso, a través de la legislación, la  mudez de los discordantes, de los dudosos o de todo aquel que, en un momento dado, pueda encontrar fisuras en los credos de lo progre.  Poco a poco, como la rana vertida en agua fría para su lenta cocción, lo absurdo va tomando carta de naturaleza,  al tiempo que lo que no resiste un análisis se torna sentido común.  

16 septiembre 2017

GIBBON

Edward Gibbon resolvió escribir sobre la decadencia  de Roma  “sentado meditabundo en medio de las ruinas del Capitolio, mientras los frailes descalzos estaban cantando vísperas en el templo de Júpiter”.  Como principal hipótesis, Gibbon defendió que, en la decadencia romana, además  de factores políticos (la sucesión de príncipes débiles y odiados, las invasiones bárbaras y la dependencia cada vez más estrecha de los volubles ejércitos de auxiliares mercenarios), demográficos (la disminución de la población a causa de los estragos de la guerra) y económicos (la pérdida de las provincias tributarias de África y Egipto y la ruina de la agricultura en Italia), influyó,  principalmente,  el triunfo del cristianismo, con su desprecio por la vida terrena, su moral piadosa y su resistencia al progreso social y tecnológico. Uno de los asuntos de su obra es tratar de explicar por qué el Cristianismo se impuso en Roma.  Y, en relación con ello,  se refiere a la intolerancia de los cristianos, que están convencidos de que su religión era la verdadera, a su proselitismo y moral austera, y a  la unión de la nueva religión con el Estado. Si analizamos los hechos actuales, tal vez extraigamos consecuencias.  Eso es todo.

09 septiembre 2017

APACIGUAMIENTO.

El apaciguamiento, o método del avestruz, no suele ser efectivo.  No lo fue, verbigracia, en los años treinta frente a los golpes de fuerza de Hitler, lo que acarreó, en 1938, tras el acuerdo de Munich,  la conocida afirmación de Churchill ante el parlamento: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.  Salvando las distancias, y en la España de nuestros días, puede estar acaeciendo algo parecido con el asunto catalán, después de años de concesiones a los nacionalistas con el argumento de no alentar el independentismo, lo cual no parece haber tenido mucho éxito.  Pero el gobierno español lleva ya un tiempo con la política del avestruz, tolerando lo intolerable, por miedo en parte a la reacción de una izquierda que no da la sensación de tener clara la medicina frente al desafío.  Los pasos dados por los impulsores del denominado "proceso" han ofrecido ya sobrados motivos para la aplicación de la Ley en toda su expresión,  e incluso para la suspensión de la autonomía catalana.  Sin embargo, los medios de comunicación mayoritarios se imbuyen del lenguaje de los separatistas y el gobierno no acaba de actuar o lo hace remitiéndose a la Ley y los tribunales, cuando un golpe de Estado no se detiene con denuncias sino actuando con rigor desde el ejecutivo.  ¿Y la oposición?.  Sólo he escuchado, o leído, alguna tímida expresión de apoyo al gobierno, pero no he visto a ninguno de sus líderes en rueda de prensa expresando su firmeza.  No pinta, pues, bien la cosa.  Churchill dixit.


02 septiembre 2017

¿SÓCRATES?

Socrates, el Socrates que Platón nos legó, en su Apología, se refiere a la sabiduría como reconocimiento de la propia ignorancia,  tras haber descubierto la ausencia de saber en personajes a los que la sapiencia les era atribuida de manera pública.  En relación con ello, la duda, el análisis de la realidad y de los hechos,  partiendo del propio desconocimiento, ha venido siendo uno de los elementos básicos de la actitud occidental, racionalista y científica frente a la realidad, nacida en la Grecia clásica y retomada, desde la Baja Edad Media, en la ciencia incipiente y en la Filosofía.  En los últimos tiempos, sin embargo, parece que la duda ha quedado en segundo plano.  En lo político, en lo cultural, e incluso en lo científico, se impone cada vez más,  como forma de persuasión, de captación de adeptos o de poder puro y duro, la idea de poseer un conocimiento exhaustivo, un saber y un dictamen sobre todos los aspectos de la realidad,  que otorga a quien lo acapara ( que, al final, en la era de las redes sociales, somos todos, por descubrimiento o por repetición de lo escuchado o leído)  una suerte de capacidad infalible para diseñar el futuro y tal vez para imponerlo.  No importan los datos ni apenas se analizan, no hay dudas, al tiempo que predominan las emociones.  Tal vez tengamos que volver a Sócrates si deseamos escapar del totalitarismo.