Observo, con asiduidad, colas de personas brotando de algún
local que hospeda una oficina de apuestas y loterías; en esas colas, es nutrida
la representación de la edad provecta, de las cohortes demográficas que
sobrepasan los sesenta. Tal vez la explicación
sea el providencialismo propio del mundo católico, que es el nuestro, aunque
ignoro cuánto se juega en los países luteranos o calvinistas, por limitar el asunto al mundo cristiano. Pero esa fe en el azar de la providencia como
fuente de venturas y desventuras, de pobreza o riqueza, como motor de caridad y
limosna, coincidiendo con una cierta desconfianza en el esfuerzo y la
iniciativa como mecanismos de promoción social, son intrínsecos al ámbito
cultural católico. No pretendo
simplificar con una recuperación burda de Max Weber, pero es en estos mundos
del ecumenismo donde más influencia tuvo, y tal vez tiene, la doctrina
comunista, o colectivista en sentido más amplio, en sus distintas versiones. Hemos llegado de los juegos de lotería al
marxismo: un interesante punto de partida para algunas reflexiones
esclarecedoras.
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21 julio 2018
14 julio 2018
PRINCIPIO DE ESCASEZ.
Ya en pleno estío, la
zambullida en el Cantábrico supone, al menos para mí, una experiencia
distinta. En esta ocasión, además, el
estreno del chapuzón estival armoniza con temperaturas desacostumbradas en estos
pagos, por elevadas, tanto en el agua como en el ambiente. En esas condiciones,
y partir del mediodía, la playa se ve anegada de gentes llegadas desde el
interior escudriñando un sitio en la arena, tras haber batallado por un lugar
en el aparcamiento, lo que sólo consiguieron unos pocos, a la vez que el resto
lo intentaba sin descanso como omitiendo que no hay sitio para todos. Ese es el principio de escasez de la
Economía: si todos no podemos acceder al mismo tiempo a un determinado bien, ese
bien es escaso, como ocurre hoy con el aparcamiento y la arena. Alguien prometerá buenas porciones de ambos
para todos sin explicar cómo habrá de conseguir ese milagro.
06 julio 2018
JUSTICIA.
Parece brotar, en los últimos tiempos, una propensión a la
justicia popular; la adjetivación, como siempre, pone los pelos de punta, sea
cual sea el sustantivo afectado (democracia popular, democracia orgánica,
democracia verdadera, precio justo....y otros epítetos añadidos a un nombre o
concepto). Se trata, siempre, de poner por delante la subjetividad y las emociones;
o sea, la posverdad, que es como se denomina ahora a la mentira transmitida
como propaganda masiva. Se espera, en
relación con ello, que los jueces decidan en el sentido considerado como
correcto en el ámbito de la ideología;
pero la justicia, en un régimen de separación de poderes, está
precisamente para evitar la contaminación política o ideológica del perímetro
de la seguridad jurídica. Ya sé que esa
separación de poderes no es perfecta, ni tiene nada de idílica, pero es
preferible a la irrupción del vecino, de la horda o de la red social como
elementos de decisión en los veredictos.
Pero esa parece la tendencia.
Otra muestra de los tiempos oscuros que parecen avecinarse.
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