Parece evidente que lenguaje y pensamiento son una sola cosa, y que la claridad en el segundo se refleja en el primero. En estos tiempos de oscuridad sintáctica, de
anomia discursiva, de fárragos mentales e imprecisión conceptual, se echa de menos la claridad discursiva en
cada disputa. Se trata de un empobrecimiento de la lengua en
lo literario, en lo jurídico y en lo propiamente argumentativo. Se solía atribuir este fenómeno, en sus
inicios, al final de la Galaxia Gutenberg,
sustituida ya no por la de McLuhan
(qué lejos queda), sino por la era de Internet, del teléfono móvil y de las
redes sociales. Puede ser. Como en la denominada Antigüedad Tardía, cuando el Latín se fue empobreciendo, nuestros
idiomas, otrora precisos y sutiles, se tornan torpes y minimalistas. Sin matices en el lenguaje, tampoco los hay
en el pensamiento, lo que acarrea violencia, brutalidad y, lo que es peor, l fanatismo y falta de libertades. Y esto acaba de empezar.
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26 octubre 2018
20 octubre 2018
MÁS SOBRE EL FANATISMO.
Más sobre el fanatismo. No es, tal vez, una anomalía puntual
de un período concreto e identificado de nuestra Historia. Más bien se trata de un componente inherente a
nuestra idiosincrasia. Su relación con
las sectas y con la religión se conoce desde antiguo. Y nunca se va. Puede emerger con más o menos intensidad en
cada momento, o tornarse más o menos visible, pero siempre está ahí, en lo
religioso, en lo filosófico y en lo político.
Como bien modeló Cipolla, los malos, aliados con los estúpidos, hacen
estragos. No sé si el común de los
humanos lo vemos venir; sabemos lo que pasó en el pretérito y denostamos, como
ciudadanos mansos, el delirio de ese lapso temporal, rumiando que así estamos a
salvo del Mal. Pero no. El Mal, como ya
hemos repetido aquí en otras ocasiones, muda su piel y apariencia; igual, en
nuestro presente, está donde menos imaginamos.
Un buen detector es el fanatismo denotado. Busquemos al liberticida, al amigo de la
censura porque conoce nuestro Bien (y está dispuesto a imponérnoslo) y habremos
levantado un primer velo. No será
definitivo y quedarán otros. Pero, al
menos, sabremos dónde ahondar. No
busques a Roma en Roma, rezaba un viejo
adagio.
12 octubre 2018
A VUELTAS CON EL FANATISMO.
Retomo
lo que borroneé, aquí mismo, bajo el título de "Fanatismo sin fronteras",
ya hace unos años. Opino que la cosa ha
venido a más.
"Falta una ONG con ese
nombre: “Fanatismo sin fronteras”. Para
ayudar, ya sin tapujos, como otras, a
toda la pléyade de totalitarismos que se esconden bajo las faldas de la lucha
contra la injusticia, o contra la pobreza, que no es oro todo lo que
reluce. Ironías aparte, el fanatismo está en muchos sitios y en
muchas conciencias. No busquéis al
fanático entre los que tienen aspecto de ello.
No. Entre los de verbo amable,
aspecto convencional y mirada afable, también hay muchos. Por acción o por omisión. Gentes que salen a cenar, y que se preocupan
por sus amigos y que sonríen. Pero, en
el fondo, tras una aparente permisividad, atesoran el odio o la rigidez que
lleva desde vagos sentimientos, o desde lugares comunes en lo ideológico, al
fanatismo. Por decirlo de otra manera:
no confundamos a los fanáticos con los locos.
El aparente, el que vemos venir, ese podrá serlo (fanático) pero es más
que nada un cretino o un orate. Sin
embargo, los otros, los que no lo son tan claramente, los que administran su
manifestarse ante los demás, los que van creciendo cada día más en número, esos
son el verdadero peligro. Entre ellos, me inquietan los que tienen su
origen en una creencia dogmática e irracional pero tienen poder económico para
comprar opiniones y conciencias, o al menos para adquirir el silencio y pasar
por ciudadanos moderados. Nada más.
Quien quiera entender que entienda."
Por desgracia, no me equivocaba.
Observen, si tienen alguna duda, el panorama mediático, político y
social.
06 octubre 2018
NATURALEZA.
A vueltas con el concepto de Naturaleza. Gustavo Bueno desgranó el "Mito de la
Cultura" como sucesión del Reino de
la Gracia. Alguien debería esclarecer
los entresijos de este otro mito, el de la Naturaleza, así con mayúscula, resultado de la sustantivación de esta noción
convertida en entidad metafísica. La
ecolatría imperante se asienta en ello y muda el mito en guía de conducta, como
referente ético y moral, y en
explicación del cosmos. Hemos pasado de
la religión stricto sensu
a la religión laica, que atesora todos los males de lo religioso, como la superstición
o la propensión al integrismo, pero sin ninguno de sus bienes; sólo queda esa
vaga noción del panteísmo, unida a delirios como lo de "Madre Tierra". Ya no es la apelación a Dios lo que todo lo
justifica, sino la referencia a un Medio Ambiente impreciso, como todos los
mitos que han sido. No es eso lo peor,
sino que, por el camino, como siempre, van pereciendo la libertad y la
inteligencia.
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