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20 octubre 2018

MÁS SOBRE EL FANATISMO.


Más sobre el fanatismo. No es, tal vez, una anomalía puntual de un período concreto e identificado de nuestra Historia.  Más bien se trata de un componente inherente a nuestra idiosincrasia.  Su relación con las sectas y con la religión se conoce desde antiguo.  Y nunca se va.  Puede emerger con más o menos intensidad en cada momento, o tornarse más o menos visible, pero siempre está ahí, en lo religioso, en lo filosófico y en lo político.  Como bien modeló Cipolla, los malos, aliados con los estúpidos, hacen estragos.   No sé si el común de los humanos lo vemos venir; sabemos lo que pasó en el pretérito y denostamos, como ciudadanos mansos, el delirio de ese lapso temporal, rumiando que así estamos a salvo del Mal. Pero no.  El Mal, como ya hemos repetido aquí en otras ocasiones, muda su piel y apariencia; igual, en nuestro presente, está donde menos imaginamos.  Un buen detector es el fanatismo denotado.  Busquemos al liberticida, al amigo de la censura porque conoce nuestro Bien (y está dispuesto a imponérnoslo) y habremos levantado un primer velo.  No será definitivo y quedarán otros.  Pero, al menos, sabremos dónde ahondar.  No busques  a Roma en Roma, rezaba un viejo adagio.

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