Andamos todos bailando al son que tocan los de las pistolas, que son asesinos pero con concepto, y no matan por vicio sino por necesidad filosófica. Y yo que creía que esos tiempos ya habían pasado, que pertenecían a un pretérito derogado por eso que se dio en llamar “unidad de los demócratas”, expresión que sonaba a noción metafísica y/o escolástica, pero que sirvió para designar esa solidaridad que une entre sí a quienes se resisten a que los maten frente a sus potenciales ejecutores.
El caso es que, ahora, lo de la unidad de los demócratas se va diluyendo en un piélago de dubitaciones, intereses y maniobras estratégicas; mientras tanto, los asesinos filosóficos (repito: matan porque sus principios y metas se los exigen), que se estaban quedando en asesinos a secas, vuelven a recuperar el adjetivo que los habilita para ser tenidos en cuenta.
Ya pueden estar contentos los filósofos de la pistola y los amigos que, sin ella, sí tienen punto de mira. Cautiva y desarmada la unidad de los demócratas, están cerca de alcanzar algunos de sus filosóficos objetivos.
El caso es que, ahora, lo de la unidad de los demócratas se va diluyendo en un piélago de dubitaciones, intereses y maniobras estratégicas; mientras tanto, los asesinos filosóficos (repito: matan porque sus principios y metas se los exigen), que se estaban quedando en asesinos a secas, vuelven a recuperar el adjetivo que los habilita para ser tenidos en cuenta.
Ya pueden estar contentos los filósofos de la pistola y los amigos que, sin ella, sí tienen punto de mira. Cautiva y desarmada la unidad de los demócratas, están cerca de alcanzar algunos de sus filosóficos objetivos.