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27 agosto 2021

MIEDO.

 

El miedo a los otros forma parte de nuestra índole.  A pesar de la idiosincrasia de seres sociales que nos define, y tal vez por ello mismo, tememos a los prójimos que nos rodean.  Esa es la fuente de todos los rechazos (sociales, raciales, culturales, religiosos o ideológicos) que se van sucediendo a lo largo de los siglos. Protegernos del otro, o convertirlo en un peligro potencial, es muy humano.  En gran parte, el Estado nació, en la versión de Hobbes, para ampararnos de nosotros mismos en aras del bien común, que parece ser el bien no sé si de todos o de casi todos, que no me queda claro. Pulsas la tecla de ese bien común, el que sea en cada momento (la salvación del alma, el planeta, la salud, etc ), y la mayoría social se presta a aceptar lo que sea preciso. De ahí la pervivencia, aunque ya nadie así lo denomine, del  vivan las caenas”, citado aquí hace nada.   Solo hay que salir a la calle, en estos tiempos pandémicos, para comprobarlo.

17 agosto 2021

QUÍDAM

 

En el origen del vocablo, quídam designaba a un hombre sin cabeza.  A partir de ahí, en nuestro diccionario actual, se refiere a una persona indeterminada e, incluso, como segunda acepción, define a alguien despreciable a quien no vale la pena nombrar.  Prefiero el primer significado, muy útil para nombrar al ser humano abstracto, sin atributos concretos.  En realidad, cualquier ciudadano o ciudadana podría servir como arquetipo de lo humano, pero se tiende a huir del concepto abstracto en beneficio de lo concreto, añadiendo atavíos de raza o género y haciendo muy difícil el uso del quídam como superación de las circunstancias concretas de cada uno; aquello de los derechos humanos, independientes del sexo, raza, etc, se va difuminando en favor de esa nueva generación de derechos (desconozco qué ordinal se les aplicaría) que niegan la naturaleza del derecho mismo y se convierten en condición muy concreta, subdivisible hasta el infinito, tanto que parecen conducir a una creciente segregación y a la negación de la humanidad como abstracción que nos contiene y que está, o estaba, en la base de nuestras conquistas colectivas.

08 agosto 2021

CARCAS.

 

En un principio, eran considerados “carcas” los apelados “ultramontanos”, contrarios al incipiente liberalismo, y a los nuevos tiempos en general, allá por el siglo XIX.  Era la España de las guerras carlistas.  Con el tiempo, el término carca se fue haciendo sinónimo de facha, reaccionario o refractario a las novedades de la Razón, de la Ciencia y de la reforma social. Fueron carcas los de “vivan las caenas” en la época de Fernando VII y, en general,   todos los contrarios a la secularización de la sociedad. Hoy podríamos recuperar el término, pero el calificativo cambiaría de bando, aplicable, en el presente,  en los territorios de esa nueva, o no tan nueva, Izquierda, proclive a las nuevas religiones laicas y a la negación de la libertad individual.  Qué tiempos aquellos en que los pijos eran de derechas; entonces, era el mundo inteligible en base a unos cuantos conceptos del manual progre de andar por casa.  Pero, ahora, el asunto se complica: los pijos están escorados a la Izquierda y los del “o sea” (por utilizar el estereotipo) han cambiado de bando.  Cosas del Tiempo y de la Historia.