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22 marzo 2015

DE MUTATIS MUTANDO.



Me pregunto si es posible cambiar el orbe, en el sentido que a ello se le suele dar,  entendido como un acto de voluntad.  Es cierto que el mundo cambia, no permanece inmutable, pero lo hace a pesar de nosotros y con nosotros, no como un efecto proyectado de antemano. Y los intentos para hacerlo así, para alcanzar la nueva sociedad y el nuevo hombre, han sido hasta ahora sueños que acabaron convertidos en espeluznantes pesadillas.  La sociedad y sus estructuras evolucionan, o involucionan, al margen de nuestros deseos,  como consecuencia de movimientos de fondo asociados a cambios técnicos; los supuestos visionarios, adelantados o adalides que, subidos a la cresta de la ola de esas mutaciones, emergen como responsables de las mismas no son otra cosa que expresión e instrumento de ellas. Desconfío, pues, de los predicadores civiles y laicos que, como los otros, prometen felicidad y buenas nuevas, pero que no son más que sectarios mensajeros del sufrimiento.  Es por ello que prefiero la evolución a la revolución y, en todo caso, soy más partidario de morir de sed que ahogado por las tempestades provocadas para revertir aquella.