Tornan tiempos de
silencio, de turbación sin compromiso, de medias verdades. Hay, en cada lapso histórico, una suerte de
sentido común dominante que, por certeza, ósmosis mediática o temor, se va
imponiendo para imprimir los juicios y
las intenciones. Ayer lo fueron las
verdades del marxismo o del catolicismo.
Hoy, no se sabe bien. Una especie
de amalgama de lugares comunes que hacen confluir algunas de las mitologías de
lo progre con ciertos universales de lo religioso o de lo simplemente
conservador. El resultado es un retorno
de lo que creíamos superado: algunas
gotas de revuelta de los años setenta y primeros ochenta, mezcladas con
indignaciones de nuevo cuño y con el miedo al pensamiento como paso previo del
sentido crítico. Y, así, entre el cañoneo
de la prima de riesgo y las dolencias
del euro, todo parece claro y dictado.
En ese contexto irrefutable de pensamiento único, las revueltas y las
barricadas se presentan más como un aderezo consentido que como una alternativa
de futuro. Y, poco a poco, el ciudadano
real, individual y único, se desdibuja y desalienta, se sume en el silencio,
calla aunque tal vez no otorgue y regresa al silencio de quien ya sólo escucha
la música de las esferas del Poder sin posibilidad de defensa.
Vistas de página en total
17 junio 2012
03 junio 2012
ZOZOBRAS
"Aprender
sin pensar es inútil. Pensar sin aprender, peligroso." Confucio
dixit. Me parece hermoso este aforismo,
muy adaptable a estos tiempos de zozobra y tribulación, en los que juzgamos
todos, día sí, día también, bajo la espada de Damocles de la crisis y del miedo
al futuro. Lo hacemos, a menudo,
influidos por nuestras emociones, por filias y fobias que, tal vez, incluso
cada uno de nosotros desconoce. El
resultado es una suerte de pensamiento simple, de ideografía más que ideología,
de tormentas de ideas sentenciosas e inconexas.
Es posible que, habiendo aprendido muchas cosas, no sepamos pensar sobre
ellas o que pensemos y sentenciemos sobre lo que desconocemos. El resultado es justo el que persiguen y
desean quienes siembran nuestra zozobra.
Ellos tienen clara la hoja de ruta porque escriben recto, como el Dios
del monoteísmo, con renglones torcidos, mientras que nosotros, el resto, nos
perdemos en esa suerte de elucubración oscura y deleznable. De ahí, que el apotegma de Confucio pueda ser
un punto de partida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)