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17 junio 2012

REVUELTAS


Tornan tiempos de silencio, de turbación sin compromiso, de medias verdades.  Hay, en cada lapso histórico, una suerte de sentido común dominante que, por certeza, ósmosis mediática o temor, se va imponiendo para imprimir  los juicios y las intenciones.  Ayer lo fueron las verdades del marxismo o del catolicismo.  Hoy, no se sabe bien.  Una especie de amalgama de lugares comunes que hacen confluir algunas de las mitologías de lo progre con ciertos universales de lo religioso o de lo simplemente conservador.  El resultado es un retorno de lo que creíamos superado:   algunas gotas de revuelta de los años setenta y primeros ochenta, mezcladas con indignaciones de nuevo cuño y con el miedo al pensamiento como paso previo del sentido crítico.  Y, así, entre el cañoneo de la prima de riesgo y  las dolencias del euro, todo parece claro y dictado.  En ese contexto irrefutable de pensamiento único, las revueltas y las barricadas se presentan más como un aderezo consentido que como una alternativa de futuro.  Y, poco a poco, el ciudadano real, individual y único, se desdibuja y desalienta, se sume en el silencio, calla aunque tal vez no otorgue y regresa al silencio de quien ya sólo escucha la música de las esferas del Poder sin posibilidad de defensa.

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