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25 enero 2012

MIEDO

El miedo.  Uno de los dispositivos humanos más probado.  Forma parte del instinto de conservación (tal vez suscitado por la necesidad de alerta frente a los depredadores) y, cuando brota, concentra toda nuestra atención sobre ese foco.  Es, por ello, un vigoroso agente de influencia sobre la conducta de los individuos y de las masas.  El Poder, desde luego, lo ha esgrimido desde siempre: miedo a la muerte, a la tortura, al destierro, al infierno, en una palabra, miedo.  Pongamos como ejemplo el “milenarismo” medieval, redimido, en nuestros tiempos, por las distintos credos catastrofistas y agoreros que nos anuncian un futuro desolador si no hacemos caso de sus proclamas políticas, sociales o ambientales, siendo paradigma de ello el milenarismo ecológico o climático. En relación con todo ello,  y en los últimos tiempos, el Poder, con mayúscula, se está sirviendo de ese resorte con maestría.  Ya no se trata del miedo a la persecución, al potro o la mazmorra, ni siquiera de un vago temor a la condenación eterna, sino de pavor al futuro más inmediato, concreto y matérico.  Ese miedo nos estanca y nos hace aceptar cualquier mudanza o reforma como mal menor respecto al “Gran Mal” económico y financiero que se advierte.  Precedido el intento por algunos tanteos previos (gripes varias, catástrofe ambiental), se concreta ahora en la hecatombe de nuestra forma de vida y de nuestro nivel de vida.  Ante tal perspectiva, y poco a poco, en una suerte de “síndrome de Estocolmo”, vamos anhelando una salvación de ese destino aunque sea a base de renuncias, de asentir a cualquier clase de reforma o de recorte.  El método es viejo, y redivivo en el presente.  Que cada cual juzgue.

17 enero 2012

REALIDAD Y REDES SOCIALES.

Tengo cada vez más claro que habitamos (Jean Baudrillard dixit) la “cultura del simulacro”.  Así es.  La realidad, la de cada día (en el supuesto de que exista como sucesión de acaecimientos tangibles y objetivos), parece no contar demasiado en los medios de comunicación; en estos, y en las redes sociales, se revela como más genuina la reconstrucción y reinterpretación de los hechos que los hechos mismos.  Tal vez sea porque no nos gusta el orbe tal y como es, y porque el Poder, en si mismo, se caracteriza por su constructivismo.  De este modo, las realidades de diseño se transmiten, por imposición u ósmosis, a los mass media y, desde ellos, a las redes sociales, en las que se digiere todo ello sin dificultades apreciables.  Hasta los más críticos de los medios y de las redes reconstruyen y reinterpretan por medio del prisma de la subjetividad y de la ideología. Nace así lo que podríamos denominar realidad revelada; se trata de un rediseño de los hechos, en el que lo blanco se torna negro, lo nocivo en saludable e, incluso, el verdugo deviene víctima.  Si añadimos a este fenómeno el pensamiento Tweed , esa expresión del Ser en ciento cuarenta caracteres,  tenemos el círculo completo.  Pensemos que, a finales de la Antigüedad, y desde los primeros tiempos medievales, allá por el Bajo Imperio y, más tarde, durante la Alta Edad Media, el lenguaje se había empobrecido hasta tal punto que ya nadie podía expresar, ni comprender en su totalidad, la variedad de matices y sutilizas que ofrecía el latín clásico.  El renacimiento cultural carolingio no fue sino un intento de recuperar esa riqueza lingüística.  Pero el lenguaje es, en realidad, un reflejo del pensamiento; era éste el que se había empobrecido.  En relación con ello, las redes sociales de nuestros días (mucha tecnología para tan poco, mucho traje para tan parco cuerpo) parecen arrastrarnos a una sintaxis de aforismo  y simplicidad, expresión, quizás, de un pensamiento débil y elemental, cuyas consecuencias en el futuro pueden ser nefastas si aceptamos que la realidad es simulacro.

10 enero 2012

IMPLOSIÓN

Tiempos de economía.  Es de lo que se habla, lo que se teme, lo que provoca desazón en estos días de ladina mudanza.  Como si lo económico existiese al margen de lo demás (de lo político, de lo social, de lo cultural, de lo vivencial) y sus hechos pudieran ser encerrados en una suerte de laboratorio conceptual poblado de técnicos y expertos especialistas.  Pero no es así.  La realidad económica está embebida de la realidad global y se desenvuelve en ella.  Las decisiones son políticas y sus contextos de aplicación, concretos y contenidos en una estructura social y cultural.  También el Poder, y las influencias.  Tal vez por ello, zozobran cada día quienes, so pretexto de competencia en la materia, emiten opiniones terciadas o inconclusas acerca del déficit, de la deuda o del crecimiento.  La implosión financiera, o bing bang inverso, que está en la base de la crisis actua,l se produjo a pesar de los técnicos, quizá porque no sólo el amor es ciego, sino también la avaricia a la que nada pone freno cuando va unida al subjetivismo de la falta de patrón monetario.  Y se intentó recomponer los restos a base de más de lo mismo: dinero virtual, inexistente, sin cimientos, sin patrón y sin activos.  A partir de ahí, se advierte el desconcierto de los opinantes cuando nos dan clases aceleradas y vanas sobre conceptos primordiales de economía.  Pero esos conceptos ya no sirven.  El bing bang inverso del universo financiero ha hecho nacer un nuevo cosmos en el que, muy probablemente, esas nociones de manual para idiotas se tornan inservibles.