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17 enero 2012

REALIDAD Y REDES SOCIALES.

Tengo cada vez más claro que habitamos (Jean Baudrillard dixit) la “cultura del simulacro”.  Así es.  La realidad, la de cada día (en el supuesto de que exista como sucesión de acaecimientos tangibles y objetivos), parece no contar demasiado en los medios de comunicación; en estos, y en las redes sociales, se revela como más genuina la reconstrucción y reinterpretación de los hechos que los hechos mismos.  Tal vez sea porque no nos gusta el orbe tal y como es, y porque el Poder, en si mismo, se caracteriza por su constructivismo.  De este modo, las realidades de diseño se transmiten, por imposición u ósmosis, a los mass media y, desde ellos, a las redes sociales, en las que se digiere todo ello sin dificultades apreciables.  Hasta los más críticos de los medios y de las redes reconstruyen y reinterpretan por medio del prisma de la subjetividad y de la ideología. Nace así lo que podríamos denominar realidad revelada; se trata de un rediseño de los hechos, en el que lo blanco se torna negro, lo nocivo en saludable e, incluso, el verdugo deviene víctima.  Si añadimos a este fenómeno el pensamiento Tweed , esa expresión del Ser en ciento cuarenta caracteres,  tenemos el círculo completo.  Pensemos que, a finales de la Antigüedad, y desde los primeros tiempos medievales, allá por el Bajo Imperio y, más tarde, durante la Alta Edad Media, el lenguaje se había empobrecido hasta tal punto que ya nadie podía expresar, ni comprender en su totalidad, la variedad de matices y sutilizas que ofrecía el latín clásico.  El renacimiento cultural carolingio no fue sino un intento de recuperar esa riqueza lingüística.  Pero el lenguaje es, en realidad, un reflejo del pensamiento; era éste el que se había empobrecido.  En relación con ello, las redes sociales de nuestros días (mucha tecnología para tan poco, mucho traje para tan parco cuerpo) parecen arrastrarnos a una sintaxis de aforismo  y simplicidad, expresión, quizás, de un pensamiento débil y elemental, cuyas consecuencias en el futuro pueden ser nefastas si aceptamos que la realidad es simulacro.

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