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25 marzo 2017

IGNORANCIA

"Nada hay más terrible que una ignorancia activa".
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

Declaro que me fascina la frase.  ¿Qué es una ignorancia activa?  O, yendo más allá, ¿qué es la ignorancia?  El diccionario la define como la "cualidad del ignorante" y como "falta de conocimiento".  Poseemos una noción, por imprecisa que sea, de lo que significa el conocimiento.  En su ausencia, la ignorancia se torna osada e imprevisible; tal vez a eso se refería el dramaturgo teutón con lo de ignorancia activa.  Uno empieza entonces a vislumbrar en qué consiste, pero sin hallar los términos para trazar su definición negro sobre blanco. Acontece algo parecido a lo que Agustín de Hipona atestiguaba experimentar cuando le preguntaban por el Tiempo: "si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé. ". Pero, en fin, leamos los medios, escritos o digitales, veamos las noticias televisivas, buceemos en la Red o sigamos al dedillo la vida política...Entonces, sí que lo entendemos: esa ignorancia activa aflora por todas partes, se multiplica y expande sin estorbo alguno.  No voy a poner ejemplos.  Que cada cual indague los suyos.


17 marzo 2017

SECTARISMO.

¿Nos importa a los humanos de hoy la realidad? ¿Perseguimos conocerla, si ello es posible, o escogemos la ignorancia si ella nos conviene?  Presumiendo que  el mundo objetivo existe como entidad autónoma de nuestra percepción, que es explicación más sencilla que la de solipsismos varios de diversa naturaleza, parece lógico pensar que todos deseamos aprehenderla, y conocerla;  ahí está, como ejemplo, la historia del conocimiento y de la propia actividad científica.  Sin embargo, no da la sensación de que nos basemos en datos fríos y objetivos cuando elaboramos nuestra visión del mundo, ese conjunto de ideas y lugares comunes que definen nuestros pensamientos y creencias; las emociones juegan un papel decisivo, pues no existe un pensamiento cerebral,  colmado de raciocinio, emancipado de lo que sentimos.  Por eso descartamos de la realidad lo que no conviene a nuestras ideas previas,  y es posible que sólo deseemos conocer esa versión del orbe que se ajusta a las doctrinas preconcebidas.  Y, claro, eso explica en parte el sectarismo que todo lo invade, pues facilita la labor de zapa de quienes nos quieren dogmáticos por intereses espurios.    Por eso el pluralismo acabará decayendo, porque a casi nadie interesa.  Y en ello estamos.

10 marzo 2017

ESTÚPIDOS

Carlo María Cipolla fundó, ya  en el pasado siglo, y en un curioso opúsculo, las leyes de la estupidez humana.  Considerando que el porcentaje de estúpidos es constante en cualquier grupo humano sin distinción (incluso si tomamos como referencia el grupo de los premiados con el Nobel), la quinta de sus leyes es tal vez la más llamativa,  determinando que los estúpidos son más nocivos y peligrosos para cualquier sociedad que los malvados.  Partiendo del hecho de que son estúpidos aquellos que, mediante cualquier acción, perjudican a los  otros sin beneficiarse ellos mismos,  las nociones de Cipolla son de gran aplicación en nuestro presente social, cultural y político.  Como, según él, constituyen los estúpidos el único grupo en el que sus miembros no son conscientes de pertenecer al mismo (al contrario que los inteligentes, incautos y malvados, que son las otras tres tipologías que propone el italiano), y siempre tendemos a subestimar su número, el modelo funciona para explicar muchas de las cosas que están ocurriendo; en la Ciencia, los modelos y las teorías son plausibles cuando explican los hechos.  Pues bien.  Búsquense explicaciones partiendo del modelo de Cipolla y seguro que se encontrarán.  No voy a entrar en detalles.  Que cada cual lleve a cabo su propia indagación.

03 marzo 2017

SOLIDARIDAD

           
 Este vocablo pentasílabo y polisémico es como el fantasma del comunismo en los tiempos decimonónicos.   Recorre Europa, y el mundo entero, y se pronuncia millones de veces cada hora bajo prosodias distintas y distantes. La solidaridad es hoy la llave que abre las puertas de los corazones y la tarjeta de visita que nos identifica como miembros del club de lo políticamente correcto. Ya nadie quiere pasar, a los ojos de sus compañones y coetáneos, como vacío de ella,  y pronto los padres más papistas dirán, ante el hijo descarriado, aquello de antes muerto que insolidario, poniendo este adjetivo allí donde, en otros tiempos, ponían otro alusivo a las inclinaciones eróticas de sus retoños.  Ser solidario, amén de otorgar una precisa estimación  social, sale barato. Apadrinar un niño, o contribuir al sostenimiento financiero de una ONG,  es más económico que tomarse un par de copas o que cenar el sábado en una parrilla de las afueras. Y ello si nos referimos a ciudadanos normalitos en cuanto a poder monetario. No digamos nada si los solidarios son esos otros que viven en una urbanización de lujo, a salvo de inmigrantes y demás delincuentes. Todavía más barato. La noción de solidaridad ha ido sustituyendo a la  de buen católico: caridad para tranquilizar las conciencias y ritos eucarístico-comulgatorios en forma de maratones de ayuda, rastrillos y otros eventos. Durante los años cuarenta y cincuenta, en España, el calificativo de católico era casi sinónimo de buena persona. Hoy ocurre lo mismo con el de solidario.