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17 marzo 2017

SECTARISMO.

¿Nos importa a los humanos de hoy la realidad? ¿Perseguimos conocerla, si ello es posible, o escogemos la ignorancia si ella nos conviene?  Presumiendo que  el mundo objetivo existe como entidad autónoma de nuestra percepción, que es explicación más sencilla que la de solipsismos varios de diversa naturaleza, parece lógico pensar que todos deseamos aprehenderla, y conocerla;  ahí está, como ejemplo, la historia del conocimiento y de la propia actividad científica.  Sin embargo, no da la sensación de que nos basemos en datos fríos y objetivos cuando elaboramos nuestra visión del mundo, ese conjunto de ideas y lugares comunes que definen nuestros pensamientos y creencias; las emociones juegan un papel decisivo, pues no existe un pensamiento cerebral,  colmado de raciocinio, emancipado de lo que sentimos.  Por eso descartamos de la realidad lo que no conviene a nuestras ideas previas,  y es posible que sólo deseemos conocer esa versión del orbe que se ajusta a las doctrinas preconcebidas.  Y, claro, eso explica en parte el sectarismo que todo lo invade, pues facilita la labor de zapa de quienes nos quieren dogmáticos por intereses espurios.    Por eso el pluralismo acabará decayendo, porque a casi nadie interesa.  Y en ello estamos.

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