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26 abril 2010

MEMORIA HISTÓRICA.

En la añeja Filosofía, era la memoria una de las facultades del Alma, un dispositivo esencial de nuestro ser individual. Somos porque nos acordamos. Se trata, por tanto, de un componente personal;  no existe la memoria colectiva, salvo que pensemos en el inconsciente de Jung, que se nutre sobre todo de arquetipos y no de recuerdos concretos e individuados. Así pues, el pretérito colectivo es objeto de la Historiografía y no de la remembranza propia de cada uno. Los historiadores pretenden reconstruir el pasado, revelarlo, hacerlo inteligible y ayudar de ese modo a la comprensión del presente. Esa es la única memoria histórica, como metáfora del quehacer de los historiadores. Si nos vamos a los tribunales y a los jueces, se trata ya a la sazón de otra cosa, una conversión en sustancia de uso jurídico de mitos, propagandas y metarrelatos. La Historia, el pasado, fue como fue y no como hubiéramos querido que fuese. Para otros afanes, apliquemos otras locuciones. El sectarismo sólo propaga sectarismo, incluso entre los tibios.

13 abril 2010

CORRUPCIÓN

La corrupción forma parte del Estado y del sistema político. Reside en la condición humana. Pero, ¿qué proporción de la misma es digerible? ¿En qué punto deja de ser una irremediable mácula para mudarse en metástasis indomable? No debemos pensar que la podredumbre está excluida de la Democracia y que es la excepción consiguiente al alejamiento de las democracias reales respecto de la democracia ideal y platónica existente, como modelo canónico, en el universo de las esferas. En absoluto. La corrupción es consustancial al poder y, en los denominados Estados de Derecho, el poder también existe; un poder menos absoluto que el de los sistemas dictatoriales y/o totalitarios, pero poder al fin y al cabo. En la democracia española, la corrupción se ha comportado, en los últimos treinta años, como un Guadiana políticamente transversal que aparece y desaparece, que está ahí latente. Es algo más que un problema de financiación de los partidos. Está, tal vez, en nuestra índole latina y mediterránea, como una evolución de la añeja picaresca acomodada a estos tiempos de competencias urbanísticas y de concesiones administrativas. Allá donde haya dinero que repartir, o canonjías, brotan los buscones de siempre. Se trata de una carcoma que se encarna con facilidad. No nos extrañemos.