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26 abril 2010

MEMORIA HISTÓRICA.

En la añeja Filosofía, era la memoria una de las facultades del Alma, un dispositivo esencial de nuestro ser individual. Somos porque nos acordamos. Se trata, por tanto, de un componente personal;  no existe la memoria colectiva, salvo que pensemos en el inconsciente de Jung, que se nutre sobre todo de arquetipos y no de recuerdos concretos e individuados. Así pues, el pretérito colectivo es objeto de la Historiografía y no de la remembranza propia de cada uno. Los historiadores pretenden reconstruir el pasado, revelarlo, hacerlo inteligible y ayudar de ese modo a la comprensión del presente. Esa es la única memoria histórica, como metáfora del quehacer de los historiadores. Si nos vamos a los tribunales y a los jueces, se trata ya a la sazón de otra cosa, una conversión en sustancia de uso jurídico de mitos, propagandas y metarrelatos. La Historia, el pasado, fue como fue y no como hubiéramos querido que fuese. Para otros afanes, apliquemos otras locuciones. El sectarismo sólo propaga sectarismo, incluso entre los tibios.

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