Vistas de página en total

26 agosto 2017

TIERRA Y CLIMA.

La historia de la Tierra es también la historia de su clima.  A lo largo de los eones (arqueozoico, proterozoico y fanerozoico o más reciente, dividido en paleozoico, mesozoico y cenozoico) el estudio de los paleoclimatólogos ha registrado sucesivos cambios climáticos para los que se han buscado explicaciones varias. El comportamiento del clima tiene bastantes rasgos en común con el del tiempo atmosférico. Todo se reduce a una alternancia irregular de frío y de calor, lo que en el caso del clima identificamos con los cambios climáticos. La Tierra tiene aproximadamente 4.600 millones de años  de edad y, durante ese vasto período de tiempo,  han tenido lugar siete grandes eras glaciales, que no debemos de confundir con las glaciaciones. A pesar de ello, durante la mayor parte de la historia de nuestro planeta,  el clima ha sido mucho más caluroso que el actual; no en vano, a pesar de la fase cálida actual, nos encontramos inmersos en una era glacial (la séptima). Durante los primeros 2.300 millones de años del planeta (la mitad de su edad ),  la Tierra fue un mundo bastante más cálido que en la actualidad, sin presencia de hielo en su superficie. Varios indicadores paleoclimáticos sugieren que esto cambió bruscamente en ese momento de la historia planetaria, y que, durante un período de unos 300 millones de años,  gran parte de la superficie terrestre se cubrió de hielo, convirtiéndose el planeta en lo que se ha dado en llamar una «Tierra Blanca» o «Tierra Bola de nieve». Tres son las principales hipótesis sobre las causas que pudieron provocar ese cambio tan radical en el clima terrestre. Una de ellas apunta al impacto de un gran meteorito, lo que habría generado una capa tan densa de aerosoles en la atmósfera, que habrían provocando un enfriamiento global, reforzándose a medida que fue apareciendo hielo y que este fue cubriendo cada vez más zonas, debido al elevado poder reflectante del mismo. La segunda posibilidad es que hubiera aumentado de forma muy importante la actividad volcánica, lo que habría desencadenado esa primera era glacial. La tercera hipótesis, propuesta por algunos astrónomos, es que la Tierra atravesó en aquel momento una nube interestelar de polvo cósmico, bastante densa, lo que habría reducido significativamente la cantidad de radiación solar incidente en el planeta, con idéntico resultado: un gran enfriamiento. En el eón más reciente,  durante esos 65 millones de años que viene durando la Era Cenozoica, se repite la misma pauta de alternancia de épocas frías o glaciales y cálidas. Hace 1,8 millones de años dio comienzo la última época fría hasta la fecha, el Cuaternario, el último de los períodos geológicos, en el que estamos inmersos. Su entrada en escena coincide aproximadamente en el tiempo con la aparición de los seres humanos. El Cuaternario se caracteriza por una alternancia más regular que en otras épocas de la historia del planeta, de ciclos fríos o glaciaciones y cálidos o interglaciales,  siendo el último de los cuáles –el Holoceno– el que  estamos viviendo, si bien algunos autores comienzan a hablar ya del Antropoceno, para referirse a la época en la que los seres humanos hemos comenzado a influir también en el clima. Esa sucesión de glaciaciones y ciclos interglaciales como el actual se explica en parte gracias a la teoría astronómica de Milankovitch, que tiene en cuenta las variaciones temporales de tres parámetros de la órbita terrestre (la excentricidad, la precesión y la oblicuidad), lo que provoca cada cierto tiempo (varios miles de años) la llegada de una menor cantidad de radiación solar al planeta, con el consiguiente enfriamiento y el inicio de una glaciación. 

19 agosto 2017

INCOHERENCIA.

El pensamiento sin coherencia renuncia a ser pensamiento.  No se puede afirmar una cosa y su contraria ni valerse de principios distintos, u  opuestos, según las circunstancias o los asuntos.  Tampoco se puede pensar con claridad sin una mínima dosis de conocimiento, de reflexión racional al margen de las emociones.  Pero la incoherencia, siempre presente en nuestro devenir como humanos, alcanza hoy cada vez más fuerza.  Queremos libertad y bienestar individual pero, en muchos casos, denostamos al tipo de sociedad y de economía que los garantiza; queremos paz, pero no sabemos defenderla; queremos esto y aquello, pero no somos capaces de articular un pensamiento que se corresponda con esas pretensiones.  En las redes sociales, en los grandes medios, en el día a día, se expresan opiniones que muestran una incongruencia creciente.  No queremos que nos maten, pero justificamos, en cierto modo, a quienes quieren matarnos, a quienes son una amenaza real contra nuestro modo de vida.  Y la sociedad que no se defiende, o que no es consciente, a través de sus individuos, de esa necesidad de defensa, está a las puertas de su propia extinción.  La libertad es una anomalía histórica que se ha convertido en seña de identidad de nuestras sociedades.  Pero, creyendo ampararla,  la socavamos día a día,  al mismo tiempo que justificamos, consciente o inconscientemente, a sus enemigos.

13 agosto 2017

¿TURISMOFOBIA O XENOFOBIA?

Durante las últimas semanas se ha venido acuñando el término "turismofobia". Designa, al parecer, una suerte de reacción local frente a los efectos imaginariamente negativos de la masiva llegada de visitantes para los entornos urbanos, costeros o paisajísticos.  Es un sentimiento que deriva en acciones más o menos violentas, con una mezcla de izquierdismo emocional y de religión medioambiental.  Pero, rememorando aquello de por qué lo llaman amor si todos sabemos que es sexo, podríamos decir: ¿por que lo llaman turismofobia  si todos sabemos que es xenofobia?  En esta última reside siempre un rechazo a lo otro, a lo distinto, a la potencial novedad respecto a usos y costumbres.  En una palabra, rancia ideología, por mucho que la aderezemos con unas gotas de falso progresismo.