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19 agosto 2017

INCOHERENCIA.

El pensamiento sin coherencia renuncia a ser pensamiento.  No se puede afirmar una cosa y su contraria ni valerse de principios distintos, u  opuestos, según las circunstancias o los asuntos.  Tampoco se puede pensar con claridad sin una mínima dosis de conocimiento, de reflexión racional al margen de las emociones.  Pero la incoherencia, siempre presente en nuestro devenir como humanos, alcanza hoy cada vez más fuerza.  Queremos libertad y bienestar individual pero, en muchos casos, denostamos al tipo de sociedad y de economía que los garantiza; queremos paz, pero no sabemos defenderla; queremos esto y aquello, pero no somos capaces de articular un pensamiento que se corresponda con esas pretensiones.  En las redes sociales, en los grandes medios, en el día a día, se expresan opiniones que muestran una incongruencia creciente.  No queremos que nos maten, pero justificamos, en cierto modo, a quienes quieren matarnos, a quienes son una amenaza real contra nuestro modo de vida.  Y la sociedad que no se defiende, o que no es consciente, a través de sus individuos, de esa necesidad de defensa, está a las puertas de su propia extinción.  La libertad es una anomalía histórica que se ha convertido en seña de identidad de nuestras sociedades.  Pero, creyendo ampararla,  la socavamos día a día,  al mismo tiempo que justificamos, consciente o inconscientemente, a sus enemigos.

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