MIEDO

El miedo. Se corresponde con el instinto de conservación y tal vez tiene su origen en los primeros tiempos de la especie, tiempos de alerta frente a los depredadores. A veces, se torna pavor. Incumbe más a las viejas capas del cerebro que a las nuevas (neocortex). Una porción razonable de miedo es indispensable para la supervivencia. Pero, bien dosificado, es un excelente dispositivo para el control de los individuos y de las sociedades. Porque, ¿qué acaecería si no tuviéramos un poco de temor? Antes, en nuestras sociedades cristianas y occidentales, había miedo al tormento eterno, aprensión por el destino del alma una vez traspasada la linde de la muerte. Las religiones y el poder supieron activar y gobernar ese miedo. Pero, hoy, tememos sobre todo a la enfermedad o a no vivir lo suficiente, porque no creemos en la otra vida. El Poder esgrime, entonces, la salud y el medio ambiente como adminículos de Revelación que nos conserven alejados del Árbol de la Vida y del Árbol del Conocimiento. El miedo. Siempre el miedo.

SIMETRÍAS

Sólo en el mundo de las esferas existe la simetría. Nuestra razón erige ese firmamento de perfección y matemáticas, de armonía y números, de ecos platónicos y pitagóricos. En él, las categorías supuran lógica cartesiana. Pero, en la realidad sublunar que, penosamente, moramos, las cosas son de otra manera. Tal vez porque, anclados en la Caverna, sólo percibimos sombras, o tal vez porque ese cosmos ortocéntrico se halla únicamente en nuestra mente. Es por ello que, dada la imperfección de este orbe perceptible ahíto de injusticia, caos y desorden, soñamos con frecuencia en alcanzar el otro orbe, bien deslizándonos hacia él ( vía religiosa o mística), o bien tratando de materializarlo (vía revolucionaria). En pos de la segunda opción, construimos bellas utopías. Pero, ¡atención!, sólo son sueños que, si se cumplen , habrán de tornarse, y ya ha sucedido, pesadillas.

SOBRE LA CRISIS

Larga es ya la historia de eso que hemos dado en llamar Estado Providencia. Se trata de ese tipo de Estado que ansía cubrir nuestras necesidades y auxiliarnos en el camino hacia el bienestar. No brotó tanto de la vía revolucionaria o bolchevique, en sus distintos avatares, como de la vía menchevique plasmada más tarde en el New Deal de Roosevel y en las fórmulas keynesianas que configuraron el neocapitalismo ulterior a la Segunda Guerra Mundial. Y en eso estamos. Tras dos o tres décadas de crítica liberal al intervencionismo socialdemócrata y sus secuelas deficitarias e inflacionistas, ha bastado una implosión bancaria y financiera para que la incubación de déficit ya no sea tan perversa, y para que se insufle dinero líquido y estatal en las tuberías sedientas de las finanzas planetarias. Suelen decir los franceses: à la guerre comme à la guerre. Y así se lo han tomado nuestros gestores. Aunque tal vez no exterioricen toda la verdad sobre el calado de la crisis e, incluso, sobre sus causas. Puede ser asimismo que, bajo todo este lío, vivan objetivos velados de idiosincrasia conspiratoria. Sólo la esclavitud es gratis.

SECTARISMOS

Sorprende la credulidad que, en determinados contextos, almacenamos los humanos. Escépticos y descreídos para las cosas nimias, damos, sin embargo, por ciertos pensamientos y argumentos de mayor dimensión y rodeados de absurdo. Por algo en las factorías de propaganda es principio esencial aquel de que la mentira, además de repetida para que se torne verdad, cuanto más burda, mejor. La historia de la Religión y de lo ideológico-político es una excelente muestra de todo ello. El sectarismo, basado en cualquier idea o creencia acatada de manera acrítica, se extiende como la pólvora si se da el caldo de cultivo adecuado. No pensemos sólo en los grandes fanatismos explícitos y evidentes. Hay otros, menos entrevistos, más subrepticios y recubiertos de ropajes racionales, que se van difundiendo gracias al viejo truco de la repetición masiva y global. No diré cuáles. Que cada cual los busque según su propio entendimiento.