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17 diciembre 2017

ARBITRISTAS.

Los arbitristas, ligados a la Escuela de Salamanca, fueron un grupo de pensadores y memorialistas españoles que, desde la segunda mitad del siglo XVI, y durante gran parte del XVII, propusieron medidas y acciones para mejorar la economía  deteniendo el proceso de decadencia. En un principio, el vocablo "arbitrismo" tuvo connotaciones negativas o peyorativas,  porque muchos autores proponían soluciones que podrían ser calificadas de descabelladas o, en el mejor de los casos, de inviables.  Al parecer,  el primero en poner el nombre de arbitrista por escrito fue Cervantes. En El coloquio de los perros,  uno de ellos propone obligar a todos los vasallos de Su Majestad, de edad comprendida entre los 14 y los 60 años,  a ayunar un día al mes , entregando el dinero que habían de gastar en comer ese día, con lo que se recaudarían al mes unos tres millones de reales.  Es una visión negativa del arbitrista, a quien se ridiculiza; también otros, como Quevedo, insistieron en esa línea. Pero no todos los arbitristas eran así y se pueden encontrar escritores profundos en sus análisis y propuestas. Y, más tarde, los denominados "proyectistas", como Jovellanos, no fueron otra cosa que arbitristas sistemáticos. Al fin y al cabo, la tendencia a la ingeniería social que se origina con la Ilustración se parece mucho, en su relación con la realidad, al método de los arbitristas.

10 diciembre 2017

INGENIERÍA SOCIAL

La "ingeniería social" no es una pretensión nueva.  Ha existido, como conato o como realidad más o menos conseguida, tal vez desde nuestros orígenes.  Las primeras utopías, ya en la Edad Moderna, como la de Tomás Moro, verbigracia, tienen algo de canto a esa ingeniería por extensión de deseo.  En el siglo XVIII, la Ilustración la convierte en objetivo razonable a través de las nociones de Progreso y Educación; no fueron otra cosa las tentativas de reformas varias, incluidas las llevadas a cabo desde el Absolutismo,  que un deseo de cambiar la realidad a través de las transformaciones sociales,  en relación con una mutación de hábitos y costumbres.  Quizás de ahí emergió la idea del "hombre nuevo" que está en la base de todos los totalitarismos que, al fin y al cabo, nacen de la insatisfacción con la realidad perceptible,  a la que se busca suplantar con otra distinta y más al gusto de quien la concibe.  Así pues, de una fantasía, o más bien de un delirio, individual o colectivo, nace el sufrimiento provocado por esos sueños, las Utopías, que, convertidos en realidad, se tornan pesadillas, como bien supieron los sujetos pacientes de los comunismos varios o del nazismo.