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10 abril 2013

COACCIÓN



La coerción ha venido siendo, en nuestra historia humana, una de las varias formas de  ejercitar violencia sobre los otros, de obtener su forzada anuencia a nuestras pretensiones.  Sea individual o colectiva, la coacción es parte integrante de la metodología de la imposición, aunque a veces pueda parecer, al observador negligente, una especie de extorsión de baja intensidad o una acción enaltecida por sus fines.  Sea como sea, es bastante vieja y tal vez consustancial con la índole humana.  Incluso puede ser justificada, o considerada loable, desde la perspectiva de una moral concreta ( la moral de una banda mafiosa, verbigracia, incluye como aceptables acciones que, en otro contexto social, serían inaceptables), pero nunca desde un punto de vista ético, tanto si nos referimos a la ética individual  como si pensamos en la ética del Estado entendido como representación de la comunidad política.
La pensemos como la pensemos, y sean sus fines los que sean, la coacción es siempre coacción.  Su aceptación supone adentrarnos en un piélago de peligros.  Siempre los medios espurios conducen a fines de su misma naturaleza.