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17 agosto 2021

QUÍDAM

 

En el origen del vocablo, quídam designaba a un hombre sin cabeza.  A partir de ahí, en nuestro diccionario actual, se refiere a una persona indeterminada e, incluso, como segunda acepción, define a alguien despreciable a quien no vale la pena nombrar.  Prefiero el primer significado, muy útil para nombrar al ser humano abstracto, sin atributos concretos.  En realidad, cualquier ciudadano o ciudadana podría servir como arquetipo de lo humano, pero se tiende a huir del concepto abstracto en beneficio de lo concreto, añadiendo atavíos de raza o género y haciendo muy difícil el uso del quídam como superación de las circunstancias concretas de cada uno; aquello de los derechos humanos, independientes del sexo, raza, etc, se va difuminando en favor de esa nueva generación de derechos (desconozco qué ordinal se les aplicaría) que niegan la naturaleza del derecho mismo y se convierten en condición muy concreta, subdivisible hasta el infinito, tanto que parecen conducir a una creciente segregación y a la negación de la humanidad como abstracción que nos contiene y que está, o estaba, en la base de nuestras conquistas colectivas.

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