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22 septiembre 2017

NUEVA CENSURA.

Amordazar a los otros es una propensión añeja y recurrente.  El control y el miedo siempre funcionan, sea cual sea la vía utilizada para imponerlos.  En la actualidad, lo políticamente correcto ha devenido procedimiento perfecto en este sentido. Y, en  ese caldo de cultivo, sectores radicales y fanatizados buscan, como ayer, como siempre, silenciar a los discrepantes.  La censura cabalga de nuevo, si es que alguna vez se bajó del caballo.  Lo curioso de las nuevas imposiciones es que van surgiendo de eso que se denominó Izquierda, en la que, perdida la referencia de la Guerra Fría y del comunismo canónico del orbe bipolar, han ingresado renacidos dogmas que se mueven entre lo políticamente correcto y un  nuevo fanatismo:  la ideología de género, llevada al límite, el ambientalismo y demás predicaciones se revisten de moralidad suprema e intentan imponer, en la práctica o, incluso, a través de la legislación, la  mudez de los discordantes, de los dudosos o de todo aquel que, en un momento dado, pueda encontrar fisuras en los credos de lo progre.  Poco a poco, como la rana vertida en agua fría para su lenta cocción, lo absurdo va tomando carta de naturaleza,  al tiempo que lo que no resiste un análisis se torna sentido común.  

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