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11 febrero 2017

CONOCER EL PASADO.

Escribió Polibio, historiador griego, y romano de adopción, que "la humanidad no posee regla mejor de conducta que el conocimiento del pasado".  En efecto, asimilar el pasado es una precaución para pensar el presente y para madurar el futuro.  El conocimiento de lo pretérito significa indagar explicaciones de lo acaecido en cada época, sin anacronismos y con rigor desapasionado.  Pero mucho me temo que, en este presente que nos ha tocado en suerte, el estudio del pasado se esté convirtiendo más bien en una manipulación vehemente, ideológica y sectaria del mismo para justificar el presente, más que para comprenderlo, y para imponer el futuro.   Interesa poco saber por qué ocurrió lo que ocurrió en cada momento, o buscar analogías que nos ayuden a ponernos de acuerdo sobre la cuestión de dónde está el Mal, para evitarlo; se pone el énfasis sobre la tergiversación simplificadora para mostrar donde se halla el Bien.  Y así como el Mal es identificable y puede estar  sujeto a consenso (pensemos en los campos de exterminio), el Bien es más subjetivo e ideológico.  Ese es el peligro

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