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19 octubre 2021

AGITPROP.

 

El agitprop fomentado desde los gobiernos o, por ser más precisos, desde el Poder, supone una  praxis que ha marcado siempre el inicio del totalitarismo. En nuestras santas democracias liberales, basadas en el pluralismo, en la división de poderes y en el sufragio, los gobiernos gobernaban y la oposición hacía lo suyo, criticando y vigilando la  acción del ejecutivo.  Tal modo de proceder se va difuminando.  Cada vez más, son los gobiernos los que se oponen a la oposición, si es que existe la misma más allá de sectores marginales, aunque amplios en número, o de los que lanzan campañas reivindicativas en el campo de los derechos, de lo ambiental o de cualquier otro aspecto de la realidad.  El procedimiento, además,  se traslada a la escala global, rebasados los gobiernos de los Estado-Nación; los que otrora fueran denominados señores del mundo anegan la realidad con reivindicaciones proyectadas, como el género o el cambio climático.  Si desde el Poder se llama a luchar contra algo,  uno se hace interrogantes, pues resulta extraño que, quienes de verdad dominan el orbe,  contribuyan al  despliegue de ese agitprop, que deviene agente  de la ingeniería social más descarada.  Si uno hubiese estado dormido las últimas dos décadas, y se despertase ahora, la primera pregunta tal vez sería: ¿qué me he perdido?  En efecto, porque, incluso habiendo estado en vigilia, no es fácil determinar el momento en el que los dueños del sistema se hicieron antisistema, o en que los que así eran denominados invadieron la sala de máquinas del sistema mismo.  Igual no existió ese momento sino un progresivo desvelamiento de que ellos y los otros eran, en el fondo, lo mismo. Afirmó Revel aquello de que la mentira mueve al mundo y sólo ahora empiezo a comprenderlo. 

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