DE PARAÍSO A CHECA.
Lo que venimos
nombrando Occidente está, ahora sí, en decadencia. Ya Spengler lo sugirió en su momento, pero se refería,
como vaticinio, a la pura necesidad del
devenir de cualquier cultura; se trataba, entonces, más de una sospecha que de
una realidad. Pero, ahora, el augurio
parece haberse tornado realidad irrefutable.
Por todas partes, el viejo paraíso, que fue modelo de vida para los
bárbaros del limes, se va difuminando en sus principios que, desde dentro,
parecen generar rechazo y odio. La
innovación, la libertad, el pluralismo y el bienestar, como signos
característicos de ese espacio a la vez delimitado y etéreo, se van
desvaneciendo en una suerte de merengue en el que, como decía el tango, “vivimos
revolcaos”. Queda, tal vez, algo de
la primera y del último, pero libertad y pluralismo fenecen, poco a poco, en el mar de lo políticamente
correcto, que va más allá del lenguaje y que, en una suerte de programa, que
firmaría Gobbels y que Orwell reconocería como ejemplo de su distopía, incita a
la mendacidad y propaganda sin rubor ni cortapisas y nos muestra el camino
desde el viejo paraíso hacia el universo de la checa.
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