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15 octubre 2020

INGENIERÍAS SOCIALES.

 Los enemigos de la libertad suelen plantear, como subterfugio de sus delirios, cambios o mutaciones, parciales o totales, que habrán de mejorar nuestras vidas; el “hombre nuevo” es un clásico de todo ello.  Cavilando sobre la cuestión, evoco a Heráclito y Parménides, los dos filósofos presocráticos que acotan las visiones clásicas en relación con la posibilidad de cambio. Así, si tomando al primero como punto de partida, meditamos que todo fluye y cambia de manera constante, sin que podamos bañarnos dos veces en el mismo río, el cambio es entonces independiente de nuestra voluntad y se da al margen de nuestros designios.  Si, por el contrario, partimos de Parménides y de la inmutabilidad del Ser, el cambio es imposibilidad y pura apariencia.  ¿Consecuencia?  Huyamos de los maestros de la ingeniería social como de la peste, pues sus propuestas no son sino futuras pesadillas si llegan a concretarse.  Ya sé que parece absurdo y simplista el planteamiento que hago.  Pero no lo es más que las distopías que anuncian los heraldos de la opresión.  Y, ¡ojo!, que algunas están en camino de hacerse reales

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