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15 febrero 2006

MEMORIA HISTÓRICA Y TERRORISMO

No creo en la memoria histórica. Sólo en la personal e inmediata, y a medias. La evocación reinterpreta más de lo que quisiéramos. Incluso reconstruye y, en esa reconstrucción, aporta mucha ideología. Pero, ya puestos, si anhelamos implantar esa memoria calificada, utilicémosla para el terrorismo y sus víctimas. Cavilemos sobre Miguel Ángel Blanco, sobre Irene Villa y sobre tantos otros cuando, de manera infausta, nos platican de paz, como si la paz fuera la de los camposantos. Otorgadnos algo y ya no os mataremos. Ese es el mensaje de los terroristas, de los asesinos. Ellos sí que tienen fácil la paz, pues son los que la desgarran cuando asesinan, amenazan o extorsionan. Sólo tienen que renunciar a hacerlo. Pero no. Su paz es la del triunfo. Y ni la victoria pírrica y mínimamente decorosa merecen los que han ocasionado tanto daño. Parece bastante claro. Sin embargo, quienes no están dispuestos a que resulten derrotados alegan argumentos desvergonzados y repletos de inconsecuencias que, repetidas, terminan por parecer una verdad. No. No es el “Síndrome de Estocolmo” la mejor actitud para acabar con el terrorismo. Ni con éste ni con otros que asoman incipientes.

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