Ha
sido siempre el miedo el procedimiento predilecto del Poder. Desde siempre. A través de los castigos corporales, y del
pavor a la muerte, allá por los tiempos de los primeros imperios, que formaban
parte de aquello que Marx y Engels denominaron “modo de producción
asiático”. Y qué decir de la religión,
especialmente la monoteísta, plena de
castigos en la otra vida y, sobre todo, en esta, a través de la ortodoxia impuesta a sangre y
fuego. En relación con ello, en la
religión laica del hoy nos vedan también todo aquello que, en forma de ideas o
sustancias, pueda quitarnos el miedo. Nos prometen, los opresores de hoy, una
especie de vida eterna en el más acá, a través de la salud o lo buenos hábitos,
pero no es más que una versión, más o menos actualizada, del mensaje de
siempre, ese ligado al pecado y la condenación, entendidos, mutatis mutando ,
según los estándares de cada período.
Pero, en todo caso, no quieren nada que nos evite el miedo, pues la
lucidez es peligrosa para los liberticidas.
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