CIENCIA.
“La
ciencia y la filosofía solo me interesan porque desearía saber algo sobre el
enigma del mundo en que vivimos (…..) Según creo, solo un renacer del interés
por esos secretos puede salvar a las ciencias
y a la filosofía de una especialización angosta y una fe necia en la
destreza singular del especialista”
Karl
Popper. “La lógica de las
investigaciones científicas”.
En la cita, se refiere Popper a la ciencia, así con
minúsculas; se tiende hoy más a las
mayúsculas, en una concepción crecientemente metafísica de la Ciencia. La realidad es que todo el entramado del
método científico, con los suplementos y vuelcos de cada época de “ciencia
normal”(Kuhn dixit), no es sino, en su origen,
y asimismo en la realidad de cada
día, una manera de pretender explicar esos enigmas del mundo, para saciar la
curiosidad y también para implementar (verbo horrible) algunos avances
técnicos. Pero, cada vez más, se
soslaya, u oculta, el primer aspecto,
sólo sostenido con unos mínimos que no chafen el segundo. Es lo que hay. La ciencia que fue ya no existe; su sosías
presente aparece lo justo para las cuestiones tecnológicas, pero está regido,
en el resto, por esa ideología que deviene única si nadie lo remedia. Y en eso estamos
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