Tornando sobre la religiones
de hoy, Michael Shellenberger, alarmista climático arrepentido sin dejar de ser
ecologista, y censurado en Forbes, afirma en una entrevista: “El alarmismo
climático es una nueva religión laica como el comunismo o el fascismo”. No
voy a entrar en el fondo de la cuestión en relación con el denominado alarmismo
climático. Me refiero más bien a las
religiones contemporáneas, laicas y terrenas, pero religiones al fin y al cabo,
con sus acólitos, sus herejes y su “fe del carbonero”. Shellenberger se refiere al comunismo y al
fascismo, pero habría otros monoteísmos más propios de estos días; el
monoteísmo es también monismo: frente a las explicaciones pluralistas, aboga
por un principio único (“arjé” de los
presocráticos) de todas las cosas. En
realidad, toda explicación monista deviene en religión y ortodoxia, pues acaba
funcionando como verdad revelada frente a la complejidad del mundo real y las
explicaciones plurales. Y así van
surgiendo esos nuevos monoteísmos, como el del género y otros que se van
colando a través de lo políticamente correcto (punta del iceberg de los
neoinquisidores) casi sin que nos demos cuenta.
Y atacan, como siempre, nuestras libertades ya menguadas.
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