Según Voltaire, se obedece a las leyes y no a las personas.
Es la nomocracia que sucedió al absolutismo; junto a la división de poderes,
supone una garantía de libertad y
funcionamiento democrático, por encima incluso del sufragio, que es el primer
elemento en que pensamos cuando nos preguntan por nuestro sistema de libertades. Obedecer a las leyes, y no al monarca,
también sujeto a ellas, fue revolucionario en los tiempos en que se trataba de
desmantelar el Antiguo Régimen. Sin
embargo, parece que, en los días actuales, regresa un cierto tufillo
absolutista; el sectarismo ideológico conduce a un subjetivismo que niega la
legitimidad de la ley cuando no ampara los delirios de los aspirantes a
tiranos. En ello estamos.
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