El diccionario delimita el vocablo “moralina”, definiéndolo como “moralidad
inoportuna, superficial o falsa”. Se
podría añadir que abunda en los melodramas, como componente notable del sentir
popular. En la actualidad, lo anega
todo: medios de comunicación, redes sociales, aulas y hasta pláticas
privadas. Detrás de toda moralina hay
siempre un atisbo de superioridad moral, que es la más vil supremacía, a mi
juicio, entre las que se pueden profesar.
Va encarnándose, además, dado el contexto de lo políticamente correcto y
del imaginario “progre”, en sucesivos trampantojos ideológicos cuyo único
objetivo es separar el grano de la paja, esto es, identificar a los herejes
premiando la ortodoxia. El resultado es la
homogeneidad de moral y de pensamiento; y, con ello, la destrucción de la
libertad.
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