"Para quien
quiera creer, tengo mil razones; para quién no quiera creer, no tengo ninguna". San Agustín
He ahí, en la frase, la dificultad de la
argumentación. Si nuestro objetivo es
convencer, va a ser difícil en estos tiempos de posverdad, es decir, de
mendacidad y propaganda. La sentencia es
aplicable a todos, pero, especialmente, a ese mundo de la Izquierda y de lo
políticamente correcto, que establece verdades reveladas y niega, cada vez más,
la elucubración y el pensamiento si sus conclusiones se alejan del modelo
preestablecido. La Ciencia y el Progreso
entraron, poco a poco, desde el siglo XVIII, por la puerta, pero la Religión
está volviendo a ingresar por la ventana.
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