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15 mayo 2020

OBEDIENCIA.


Me da aprensión la obediencia.  No me refiero al acatamiento individual de normas y legislaciones, en cada contexto psicosocial dado, sino a esa sumisión colectiva, o silencio de los corderos, que reaparece, de vez en cuando, en su forma más cruenta.  En aquella Alemania, la ejecución de la “solución final” fue posible por la subordinación jerárquica; lo refleja muy bien Arendt en su “Eichmann en Jerusalén”. Tampoco es baladí el procedimiento del vecino como delator o verdugo.  Y otras múltiples opciones a disposición de los déspotas de cualquier tiempo.  Se aprecian en los relatos que se pueden reconstruir, verbigracia, a partir de los procesos inquisitoriales, como base de todas las represiones y acosos posteriores.  El mecanismo ha tenido muchas vidas, reencarnándose en chekas, juicios sumarísimos y todas las barbaridades que,en nuestro orbe,   han sido;  casi siempre respaldadas por esa buena gente que por omisión, pero también a veces por acción, se convierte en infierno para el discordante.  Que no vuelva a ocurrir, aprovechando el anómalo contexto que nos ha tocado, es lo que uno espera.  Pero claro que da miedo a la vista de quienes nos lideran.

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