No es factible verificar la existencia de
la Verdad, así en general, cómo epÍtome ontológico de una suerte de revelación
de las esencias. Pero sí concurren, en cada caso, verdades concretas y
sectoriales, y en eso no hay relativismo posible. Viene esto al caso porque se pregunta uno,
cada vez más, sí algo semejante a la veracidad importa ya a alguien. Parece que
estemos, sobre todo, interesados en irradiar nuestros discursos subjetivos, u
otros ajenos, qué replicamos, por pereza, o incapacidad para elaborar el
nuestro propio. En la era de la posverdad, todo deviene propaganda, mera
difusión, sin previa actividad reflexiva, de dogmas y axiomas de diseño, es
decir, de eso que otrora hubiésemos calificado como mendacidad. Es el signo de
los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario