La Democracia, tal y como la conocemos, o al menos como la pensamos
quienes ya principiamos a encarar la edad provecta, parece estar en causa de
disipación mediante su paulatino apocamiento. Aquello del pluralismo, de la
libertad entendida a la antigua usanza, ya no vende y se aproximan, sin que
casi nos demos cuenta (como la rana vertida en agua fría para su cocción
progresiva) tiempos de uniformidad impuesta: empezamos a percibir que lo
políticamente correcto era solo la punta del iceberg de algo mucho más vasto
que nos va inoculando una ortodoxia mortífera, aunque indolora. Volverán los disidentes, hermosa denominación
casi olvidada, pero serán días tristes y ásperos para la condición de los
hombres libres
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