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04 marzo 2023

TOTALITARISMO.

 

Identificó Hanna Arendt a la atomización social como uno de los principales males entre los que pudieran explicar  la eclosión del totalitarismo.  Se refería a la pérdida de un mundo común, idiosincrasia  de un contexto de pluralismo, y al refugio en el ámbito privado. Según ella, “la fuerza que posee la propaganda totalitaria (…) descansa en su capacidad de aislar a las masas del mundo real”.  Si nos sumimos en el universo de lo íntimo, perdemos gran parte del sentido común compartido por el conjunto social y somos más fácilmente manipulables (las sectas, verbigracia, empiezan por aislar al individuo de su entorno sociofamilar, tal y como conoce cualquier manipulador que se precie).  La gran contradicción del mundo de las redes sociales, de Internet en general, del metaverso, es que, pareciendo que no arrojan en un espacio común y colectivo, no van compartimentando y acaban por ubicarnos en nuestra propia isla de información y preferencias, dentro de un piélago digital inmenso.  Se decía, allá por los setenta, en el mundo de la izquierda más izquierdista aquello de que no leer dogmatizaba; nos referíamos, claro, por entonces, a leer lo que había que leer, pero la afirmación vale también para lo que aquí estamos tratando.  Y no es otra cosa que el ascenso del totalitarismo, esta vez con resortes mucho más sutiles que el que conoció, y estudió, Arendt.

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