En el
libro tercero de “La República”, Aristóteles se refiere a las formas de
gobierno y a los desvíos de las mismas: en el caso de la República
(Democracia), su descarrío es la demagogia.
El término fue adquiriendo una connotación peyorativa de la que carecía
en su origen; hoy, se entiende como engaño y se relaciona con el populismo, que
no está muy claro en qué consiste, pues todos lo achacan a los otros. En realidad, la demagogia se extiende por variados
rincones del espectro político, pues todos buscan cautivar a la parte
indiferenciada de la masa a través de halagos y ofrendas de todo tipo. Cuando esas promesas, o las propias acciones
para llevarlas a cabo, rebasan el ámbito de la Ley (considerándola como freno
molesto, olvidando que Democracia y Derecho son una misma cosa), se traspasa el
Rubicón de lo admisible en términos de demagogia y se entra en el universo del
populismo. En eso estamos.
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