"El
problema con Eichmann fue precisamente que muchos fueron como él, y que la
mayoría no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que eran y siguen siendo
terrible y terroríficamente normales. Desde el punto de vista de nuestras
instituciones legales y de nuestras normas morales a la hora de emitir un
juicio, esta normalidad es mucho más aterradora que todas las atrocidades
juntas".
Hanna
Arendt.
Esa
normalidad aterradora revela muchas cosas, pues la bestialidad cíclica de la
opresión se despliega en el ámbito cotidiano:
la Inquisición, los jémeres
rojos, el bolchevismo, la Alemania hitleriana, y todos los totalitarismos,
actuaron, y actúan, viviendo el escenario de cada día, en el contexto de esas
personas normales que ejecutan, acatan, o amparan con su silencio, los desmanes
correspondientes. Gentes normales y
obedientes, funcionarios ejemplares, probos padres de familia….También en
nuestro presente occidental, aparentemente curado de enfermedades semejantes,
la marea de la normalidad, manejada por los resortes de hoy, y con nueva
apariencia, va emergiendo en busca de esa nada que, cada cierto tiempo, se
repite. Miremos alrededor sin prejuicios
y tal vez vayamos captando sus entresijos.
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