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01 enero 2008

¡FELIZ AÑO NUEVO!

No creo que a las cero horas de cada uno de enero suceda nada especial. Los años son una convención humana y sólo sucede que brindamos y nos abrazamos con los mejores deseos. Nada más. Pero, en fin, saludamos a cada año nuevo como si nos fuera la vida en ello. Nos planteamos desafíos u objetivos que apenas si cumpliremos. Y, después, el tiempo irá transcurriendo y, allá por los días finales de enero, nos habremos acostumbrado a decir 2008, a escribirlo en los papeles. Eso es todo. Pero se manifiesta, en estos ritos, una concepción cíclica del Tiempo, una tendencia a percibir el eterno retorno de los antiguos. No obstante, ¡Feliz Año 2008! Año electoral, por otra parte. Tendremos que soportar, durante dos meses, las diatribas de los profesionales de la política, en las que los problemas reales se quedarán a un lado y en las que la verdad no será lo más importante. La demagogia, siempre latente y presente, se hará insoportable durante más de sesenta días. Sólo después de la ordalía electoral podremos relajarnos. Pero, una vez más, ¡Feliz 2008!.

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